domingo, 24 de agosto de 2008

Epílogo: 1870-2008

"Habitación propia-mente dicha" comenzó a escribirse el 29 de septiembre de 1870 y se terminó el 22 de agosto de 2008. No se tiene ninguna información precisa sobre el, la o los autores, pero críticos e historiadores parecen estar de acuerdo en que se trata de una obra inacabada. Todos los textos carecen de interés alguno: no hay en ellos información sobre la
historia, las ciencias o las artes. Su caracter literario es negado por todos. No hay géneros, apenas lenguaje. Se trata tan sólo de algunas notas o fragmentos, sin principio ni fin, en donde el ritmo, cuando lo hay, desaparece pronto... no hay fuerza, ni acentuación de nada. Temas van y vienen pero nada se conserva. Se afirma poco y es negado más adelante. Las fotografías son falsas. Los nombres no nombran. Henry James ha dicho que los dominios de la literatura son "toda vida, todo sentimiento, toda observación, toda visión"... No hay aquí nada de eso, salvo quizá algunas referencias. Habrá que buscarlas.

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Presentamos a continuación la primera página del manuscrito original y algunos fragmentos. El resto se ha perdido en el desastre.

Estás enamorado: ocupado hasta el mes de agosto.
Estás enamorado. Tus sonetos Le hacen reir.
Tus amigos te rehuyen: eres de mal gusto.
Después la adorada, una tarde, ¡se digna escribirte!

Esa tarde... vuelves a los cafés brillantes,
pides varias cañas o una limonada...
Nadie es serio a los diecisiete años,
caminando bajo los verdes filos del paseo.

Rimbaud, 29 de septiembre, 1870.

jueves, 31 de julio de 2008

Some unholy war

Fin.

lunes, 21 de julio de 2008

Primer día


viernes, 18 de julio de 2008

lunes, 14 de julio de 2008

Erre con erre cigarro

Estoy sentado en una banca de la Justo Sierra fumándome un cigarro. Frente a mí hay un busto de labios apretados y aspecto de jinete, parece un Lenin cualquiera. A un lado, sobre el muro, unos carteles exhiben sus libros y sus frases (hechas) célebres. Sé lo que son sin leerlas. Me dan flojera las paredes pintadas. Trato de imaginarme el lugar repleto de niños. Van en tropel por los pasillos cargados con mochilotas que arrastran por el suelo. Hay uno que camina con dificultad entre la infantería y los baños. Viene directo hacia mí y se sienta a mi lado. Se pone la mochila sobre las piernas y saca un toper cuadro que miro con curiosidad. Me invita la mitad de un sándwich y me cuenta cosas sin importancia. Una mujer morena se detiene frente a nosotros, se nos queda mirando, vacila un poco y llama con señas. Como nadie responde, habla. Rafael, ven acá, no puedes estar ahí. Los dos nos levantamos al mismo tiempo. Me vuelvo a sentar y me alejo. Sí, un Lenin cualquiera.

Habitación triple

No sabes cómo odio esta ausencia de ti, el hecho de que no podamos comunicarnos desde hace tanto y estos zapatos nuevos que me matan. Ahora estoy en Naranjos, pequeña comunidad al norte del estado, hospedado en una habitación triple con aire acondicionado y machacados de frutas naturales en la esquina. Hay algo raro en el ambiente y no es el ruido. Lo sé porque un perro nos atacó ayer por la tarde. Tuvimos que rodear la cuadra y correr un largo tramo. Por otro lado, he conseguido, gracias a mi esencia de mexicano, un ascenso y su respectivo aumento de salario. Y por si fuera poco, también el suelo bajo mis pies va en aumento... Ya tengo que irme (oigo ladridos y es de noche), de cualquier forma ya sabes el resto.

¿Qué interesas?

La verdad, la verdad, no consigo hacerme de unos buenos calcetines. Los he tenido de todas las clases, formas y tamaños imaginables; de diseños fantásticos con colores encendidos; pero ninguno ha resultado decente. Como Dumbledore, yo también opino que son un magnífico regalo para toda ocasión. Y es que nunca son suficientes. Aún cuando uno dedica horas enteras a disponerlos por pares dentro de cajones hechos a medida, los accidentes están a la orden del día. Es común que sufran deformaciones cuando nadan en el interior de las máquinas lavadoras; los hay que nunca llegan a esos lugares: suelen perderse irremediablemente en el ir y venir de los pasos; algunos más se rompen o se rasgan vistiendo nuestros pies. Además están las mamás y sus románticos mandamientos: cambiarás tus calcetines al menos una vez al día, no adorarás prendas inservibles. Recuerdo con nostalgia un par de calcetas azules de lana que terminaron como vestuario en una obra de teatro guiñol. Esa idea desquiciada, que en la práctica significa millones de pesos ahorrados al año por las compañías de teatro, fue sugerida por el uso que les damos cuando niños: nada más natural que vestir por igual las manos y los pies.