domingo, 24 de agosto de 2008

Epílogo: 1870-2008

"Habitación propia-mente dicha" comenzó a escribirse el 29 de septiembre de 1870 y se terminó el 22 de agosto de 2008. No se tiene ninguna información precisa sobre el, la o los autores, pero críticos e historiadores parecen estar de acuerdo en que se trata de una obra inacabada. Todos los textos carecen de interés alguno: no hay en ellos información sobre la
historia, las ciencias o las artes. Su caracter literario es negado por todos. No hay géneros, apenas lenguaje. Se trata tan sólo de algunas notas o fragmentos, sin principio ni fin, en donde el ritmo, cuando lo hay, desaparece pronto... no hay fuerza, ni acentuación de nada. Temas van y vienen pero nada se conserva. Se afirma poco y es negado más adelante. Las fotografías son falsas. Los nombres no nombran. Henry James ha dicho que los dominios de la literatura son "toda vida, todo sentimiento, toda observación, toda visión"... No hay aquí nada de eso, salvo quizá algunas referencias. Habrá que buscarlas.

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Presentamos a continuación la primera página del manuscrito original y algunos fragmentos. El resto se ha perdido en el desastre.

Estás enamorado: ocupado hasta el mes de agosto.
Estás enamorado. Tus sonetos Le hacen reir.
Tus amigos te rehuyen: eres de mal gusto.
Después la adorada, una tarde, ¡se digna escribirte!

Esa tarde... vuelves a los cafés brillantes,
pides varias cañas o una limonada...
Nadie es serio a los diecisiete años,
caminando bajo los verdes filos del paseo.

Rimbaud, 29 de septiembre, 1870.

jueves, 31 de julio de 2008

Some unholy war

Fin.

lunes, 21 de julio de 2008

Primer día


viernes, 18 de julio de 2008

lunes, 14 de julio de 2008

Erre con erre cigarro

Estoy sentado en una banca de la Justo Sierra fumándome un cigarro. Frente a mí hay un busto de labios apretados y aspecto de jinete, parece un Lenin cualquiera. A un lado, sobre el muro, unos carteles exhiben sus libros y sus frases (hechas) célebres. Sé lo que son sin leerlas. Me dan flojera las paredes pintadas. Trato de imaginarme el lugar repleto de niños. Van en tropel por los pasillos cargados con mochilotas que arrastran por el suelo. Hay uno que camina con dificultad entre la infantería y los baños. Viene directo hacia mí y se sienta a mi lado. Se pone la mochila sobre las piernas y saca un toper cuadro que miro con curiosidad. Me invita la mitad de un sándwich y me cuenta cosas sin importancia. Una mujer morena se detiene frente a nosotros, se nos queda mirando, vacila un poco y llama con señas. Como nadie responde, habla. Rafael, ven acá, no puedes estar ahí. Los dos nos levantamos al mismo tiempo. Me vuelvo a sentar y me alejo. Sí, un Lenin cualquiera.

Habitación triple

No sabes cómo odio esta ausencia de ti, el hecho de que no podamos comunicarnos desde hace tanto y estos zapatos nuevos que me matan. Ahora estoy en Naranjos, pequeña comunidad al norte del estado, hospedado en una habitación triple con aire acondicionado y machacados de frutas naturales en la esquina. Hay algo raro en el ambiente y no es el ruido. Lo sé porque un perro nos atacó ayer por la tarde. Tuvimos que rodear la cuadra y correr un largo tramo. Por otro lado, he conseguido, gracias a mi esencia de mexicano, un ascenso y su respectivo aumento de salario. Y por si fuera poco, también el suelo bajo mis pies va en aumento... Ya tengo que irme (oigo ladridos y es de noche), de cualquier forma ya sabes el resto.

¿Qué interesas?

La verdad, la verdad, no consigo hacerme de unos buenos calcetines. Los he tenido de todas las clases, formas y tamaños imaginables; de diseños fantásticos con colores encendidos; pero ninguno ha resultado decente. Como Dumbledore, yo también opino que son un magnífico regalo para toda ocasión. Y es que nunca son suficientes. Aún cuando uno dedica horas enteras a disponerlos por pares dentro de cajones hechos a medida, los accidentes están a la orden del día. Es común que sufran deformaciones cuando nadan en el interior de las máquinas lavadoras; los hay que nunca llegan a esos lugares: suelen perderse irremediablemente en el ir y venir de los pasos; algunos más se rompen o se rasgan vistiendo nuestros pies. Además están las mamás y sus románticos mandamientos: cambiarás tus calcetines al menos una vez al día, no adorarás prendas inservibles. Recuerdo con nostalgia un par de calcetas azules de lana que terminaron como vestuario en una obra de teatro guiñol. Esa idea desquiciada, que en la práctica significa millones de pesos ahorrados al año por las compañías de teatro, fue sugerida por el uso que les damos cuando niños: nada más natural que vestir por igual las manos y los pies.

Dista/ansias

Es como si ya no tuviera, como si ya no hubiera qué tener. Al principio pensé que se trataba de los mecanismos que se operan en el cuerpo para su disposición en nuevos escenarios. Más tarde, con el trabajo sobre los mensajes, resultó que… no es el cuerpo sino su operación sobre los otros; dejar de hacer, ay que flojera, por razones desconocidas. Dejé de darle importancia a las cosas. Precavidas, la habían ido guardando en enormes vasos de cristal para alimentarse durante el invierno. Como papelitos amarillos adheridos al cofre de un carro, se fueron volando con el vendaval de mi carrera. Incluso la ausencia dejó de venir. No había nada que hacer. Todo caduca, incluso las simpatías. La higiene también es vanidad. Y eso me recuerda a un texto de SJ que omito porque no viene al caso. Hablaba de la suspensión de todo acto de poseer. Es como si de pronto, había una vez un niño que, nos hubiéramos vuelto todos judíos.

martes, 8 de julio de 2008

Magic position

martes, 1 de julio de 2008

Poner la vista

No me lo vas a creer pero hoy descubrí la mejor vista de la ciudad y gracias a ella entendí la visión. Con esto no quiero decir que ahora conozco el complejo mecanismo de la acción de los ojos y lo referente a las superficies y la luz. Lo único que digo es que entendí que lo verdaderamente importante no es la física de la visión sino su lógica. Los ciegos también miran.

El punto de vista no es la opinión y no ha sido suficientemente estudiado. La mercadotecnia del punto de vista se limita a repetir que algunas personas tiene uno propio y otros más los adoptan o los adquieren.

Con "la mejor vista de la ciudad" no me refiero a un encuadre de casas perfectamente alineadas, con fachadas artesanales o contemporáneas, acompañadas de jardines con lago y patos de fondo. Con la mejor vista de la ciudad no me refiero al contenido de una fotografía.

Pensándolo bien no se trata de la mejor vista de la ciudad. Tal cosa no puede ser, no la hay.

La mejor forma de ver no da como resultado la mejor vista de algo.

domingo, 29 de junio de 2008

Final de la película

Sólo sé dos cosas. Tengo algo que hacer y tengo una necesidad de compartirlo. No soy causa eficiente de mis acciones afortunadas o desafortunadas. Como Aristóteles, propongo la existencia de una causa, causa de todas las causas. Es una causa sin adjetivos y que se escribe con minúscula. No es algo que mueva por impulso o contacto; es algo que llama y atrae. Como la manzana, sigo mi camino. Tengo ojos para ver por dónde voy. Tengo brazos, sueños y pesares para continuar o detenerme. Y es por eso que a veces pierdo mi camino. Al afirmar mi libertad freno mi proceso. Concebir la libertad como una serie de elecciones o una serie de lámparas encendidas es un error. La verdadera libertad está en decidir, voluntariamente, no ejercerla. Yo puedo optar por lo inmediato y sus recompensas. Puedo quedarme en el primer jardín por el que pase. Puedo pero no. Una vez que has visto difícilmente te conformas con menos. No es algo que entienda o discuta. Eso y yo nos hemos visto. No tiene que ver con facultades, sentidos o falsos optimismos. Hay algo que no puede ser negado, que está en el pensamiento y no es idea, que está en el mundo y no es cuerpo o fuerza. No es dios ni hombre ni cosa. No es nada conocido pero es.

martes, 17 de junio de 2008

Soñé que soñando entre sueños soñaba

Soñé que mi abuelo (que extrañamente se parecía mucho a Giovanni) era el Papa (pero vestía de negro como el emperador de La guerra de las galaxias) y nos perseguía por la ciudad montado en un aparato como los que usan los policías en Plaza Américas. Tú eras rey de Francia y nos encontrábamos en una ciudad que era sólo túneles y parques. Entrábamos en un túnel pequeño que terminaba en un parque que terminaba en la entrada de un túnel que terminaba en un parque. Caminábamos rápido porque el papa (que era mi abuelo) nos perseguía. Durante la persecución, yo te contaba de la mejor comida de mi vida, una vez que comí pastel de chocolate con el padre Zilli.

Me desperté entre carcajadas. Todos me miraron y me preguntaron qué me pasaba. Yo les dije, entre risas, que había tenido el sueño más extraño de Hispanoamérica. El efecto me duró como tres horas. Todo lo veía como entre sueños. Tuve que hacer una entrevista en la regiduría de educación y fue muy divertida.

lunes, 16 de junio de 2008

Lectura peripatética

No puedo leer, ni siquiera mientras camino, los mosquitos me persiguen. No es ningún delirio; me esperan en las esquina, me abordan y me siguen. Hay una habitación con ventilador de techo pero es una catacumba. No puedo leer. Me desespera. Y el calor es tán fuerte que sería una herejía que la ropa no se secara en minutos. Ni el río me relaja. La playa está muy lejos.

viernes, 13 de junio de 2008

Camiseta de Leonardo

Llegamos tarde. El viaje fue demasiado largo. Las carreteras del estado son las peores del mundo. En algunos tramos el camino se divide en vados. Tuvimos que bajar del camión para que pudiera pasar. Sudando esperamos el final de la maniobra. Volvimos a subir al autobús y nos tendimos sobre los asientos húmedos. Otra vez el camino y su viento encendido.
Llegamos tarde. Todos en el pueblo descansan en el interior de sus casas. Solo se escucha el zumbar de los ventiladores. La respiración sofocada del pueblo nos envuelve y nos dejamos llevar. Pasamos de largo frente a los hoteles. De sobra sabemos que el lugar es caro y venimos preparados. Buscamos cuatro paredes y un baño, cargamos con lo demás.
Nos detenemos en la entrada de un hostal y dejamos en el suelo el equipaje. Entramos. El interior es amplio, de techo alto y piso de baldosas. Las paredes están encaladas, sin adornos. En una esquina hay algunas jaranas colgadas con cintas de gamuza y cordel. Al fondo de la estancia, sobre el suelo, hay unas tinajas enormes. Recorremos el espacio con la vista. Nos sentamos en una mesa a esperar.
Se escuchan pasos en el jardín. Una muchacha entra por el ventanal cargando una cazuela que coloca en el mostrador. Se da la vuelta, nos mira un momento, saca una libreta de su bolsillo y se pone a escribir.
-En un momento vendrá el encargado, está revisando el horno.
Habla y escribe al mismo tiempo. Termina su registro, se vuelve a meter la libreta en el bolsillo y sale por el ventanal.
Buscando el baño doy con las habitaciones. Todas las puertas están cerradas con llave. Tienen un letrerito con el nombre de algún escritor. Sigo por un corredor que me lleva hasta el jardín. En el centro hay una fuente con plantas, a la derecha un pozo con agua. Atravieso por el pasto hasta la caseta del fondo. No es un baño. Hay vasijas en repisas, un librero con herramientas, dos mesas y una alfombra manchada sobre el suelo. Alguien duerme en la hamaca. Suda. Abro la ventana para que entren el viento y la luz. Enciendo el ventilador que tarda un momento en echarse a andar. El cuerpo se mueve dentro de la red. Cierro la puerta.

Estamos instalados en una habitación sencilla. La cama es cómoda. Hay una mesa con cajoncitos pegada a la ventana. Junto a la puerta han colocado una tinaja con agua. El baño está en el exterior, cruzando el patio, a un lado del taller. Somos los únicos inquilinos en la casa además de los dueños.
Salgo de la habitación y camino por el pasillo hacia la estancia. Mario está echado en la tumbona leyendo su novela. Trae puesta una camiseta de Leonardo. Sigo derecho sin hablarle. Atravieso la puerta que da al jardín. Camino lentamente sin volver la vista atrás y entro por la puerta abierta de la caseta.

Casi no salimos de la habitación. Susana va dos o tres veces al baño, yo dos o tres veces al jardín. Pasamos los días jugando entre hilos.

Susana ha ordenado la cena para las ocho. Me ha pedido que hoy me quede con ella en la habitación.

Son las dos de la mañana. Dejo la caseta y me pongo en marcha. Alguien ha cerrado las puertas y el ventanal. Es extraño. Todos duermen o se hacen los dormidos. Escucho una voz en el jardín o más allá.

jueves, 12 de junio de 2008

"Wishper"

La noche tiene su otoño. Voy a bajar hasta el café, me sentaré en una mesa mientras Leonardo quema sus piezas. Lo esperaré. Platicaré. Moveré las manos mientras lo hago. Voy a hablar fuerte y claro sobre lo que pienso. No importa que esté solo en un lugar vacío. Voy a decir. Cuando él regrese, miraré. Buscaré ojos en los ojos. Hay tiempo. La vida es más amplia que la vida de uno. Espero enc...

miércoles, 11 de junio de 2008

Nuevo Ixcatlán o el planteamiento del problema

El primer grupo se atendió por las mañanas. Las sesiones en el interior del vehículo fueron de cuatro horas. Una hora antes y una hora después de que los participantes abordaran al autobús eran los tiempos programados para realizar las actividades de lengua en el exterior de la unidad. Inmediatamente sugerí utilizar el acervo. Nada maravilloso en su selección, pero algo podía hacerse. El primer día propuse realizar una actividad de integración (sí, claro…) alegando que se trataba de un grupo muy disperso, donde nadie se conocía, y que eso impediría el buen desarrollo de las sesiones durante el curso. Se los seguí diciendo y al final accedieron. Desde luego se integraron, pero no fue para eso quería aplicar la actividad (para integrar no hay nada mejor que un desayuno), me interesaba sobre todo ver la capacidad de los participantes para abrirse al otro a través de los libros, me explicaré.
La actividad consistió en mostrar a los participantes una cantidad importante de libros para que eligieran uno y con él se presentaran a los demás. Me hubiera gustado poner los libros en el suelo. El efecto que ese solo hecho hubiera producido, habría sido más significativo que los ocasionados por una larga charla sobre la necesidad de sacar del rincón los Libros de rincón… Pero no fue así. No me lo permitieron. Hice una selección que acomodé sobre una mesa de manera que todos las portadas fueran visibles. Poco a poco los participantes rodearon la mesa y fueron eligiendo su libro, algunos sin darle mucha importancia a su elección (esta acción, para la que debería haber una sola palabra, es sintomática, y no sólo de la actividad, sino de la vida cotidiana de algunas personas). Muchos de ellos los hojearon, algunos más revisaron los datos de la edición y otros simplemente los colocaron sobre sus piernas y se cruzaron de brazos. Supuse que estaban listos y lancé la invitación para que alguno comenzara. Hubo un minuto o dos de silencio. Se veían los unos a los otros, como retándose. Una maestra pequeña y menuda, de manos grandes, se levantó y comenzó algo así como uno de esos discursos que dan los padres en los quince años de sus hijas. No se sabía bien qué era eso que la mujer decía. Mezclaba frases y temas como si de arroz con leche se tratara. Dejó de hablar, todos en silencio, sin verla, ni ella misma se prestaba atención, arrojó el libro sobre la mesa y se sentó. Un señor robusto y tosco se puso de pie, mostró su libro a los demás, Los mares del sur, y comenzó su clase sobre la importancia de cuidar el agua. Una sarta de verdades de Perogrullo aderezada con frases solemnes y una que otra picardía. No pude soportarlo y lo interrumpí (todos parecieron agradecérmelo). Sin darles siquiera tiempo de cambiar de postura, les dije, claramente y sin rodeos, que en ningún momento se les había pedido dar una clase sobre ningún tema, que no estábamos en un salón sino en la vía pública y que la instrucción había sido muy sencilla: “tome un libro y preséntese con él”. Les pedí que, si alguno no había entendido o tenía alguna duda, preguntaran. Nadie decía nada. Un muchacho, el más joven del grupo, se levantó y comenzó su participación. Había elegido un libro infantil que tenía unas gallinas en la portada. Dijo que lo había tomado porque le gustaba mucho el caldo de gallina. Todos se rieron. Al fin alguien había entendido. Le pregunté cómo le gustaba el caldo de gallina y nos hizo una descripción detallada de los ingredientes y el procedimiento para prepararlo. Creo que a todos, en ese momento, nos dio hambre. Lo invité a sentarse (había continuado de pie durante las risas y la explicación) y le agradecí sus palabras. El resto fue muy similar. Algunos continuaron dando clases, otros hablaron de su comunidad (un rasgo característico, el ser comunitario de los indígenas, en donde la comunidad es lo más importante) y unos cuantos más, los menos, hablaban de sí mismos ayudados por preguntas que yo les hacía. Cuando ya todos habían participado, tomé un libro y me presenté. Elegí El barón rampante de Italo Calvino. Les dije que yo era como un barón rampante que gustaba de andar de lugar en lugar como si de árboles se tratara, que mi vida era el resultado de ejercer y ejercitar la voluntad, con libertad, y que esa era la razón de que estuviera ahí con ellos… y que sí, por supuesto, el color de la portada me gustaba mucho.
Para finalizar les pregunté qué les había parecido la actividad. Al principio nadie quería hablar y el que lo hacía era para dar una clase sobre la importancia de acercar a los niños a la lectura. Volví a interrumpirlos. Aquí no se ha hablado de niños y lectura, les dije, quiero que me digan, ustedes, qué pasó aquí. Silencio. La maestra pequeña se levantó y empezó un segundo discurso de quince años, esta vez casi en voz baja, que cerró diciendo, con más volumen en su voz (sólo le faltaba la copa en la mano), que los libros no eran para eso, que eran para leerse. Hubo más comentarios, ninguno más valioso, pero aquí me detengo.

martes, 10 de junio de 2008

Tlacotalpan



Traje mis sentidos; me visto con ellos y salgo. Ando una calle de casas alineadas. Las fachadas, todas, me recuerdan bordados coloridos. Todo es silencioso, incluso las ventanas. Hay luz no contenida en los derrames. Hay arcos prolongados, pronunciados a veces; se tienden y repiten infinitamente. Hay lugares, claros en la isla, parques que se abren al paseante. Techos de teja húmeda. Iglesias, locales, iglesias. Hay un borde de río por donde van los lancheros y uno puede pasear o morir a gusto. En una esquina del centro vive un pintor. Me asomé al interior de las habitaciones, muy amplias; en la sala, había un libro de Rimbaud sobre un ejemplar del Quijote. Cuadros en las paredes. Mecedoras en lugar de sillas rodena la mesa. Tapetes, tinajas, fotografías. Hay un café donde la gente se congrega por la tarde. Después de las siete, los jóvenes recorren las calles en motos o bicicletas. Se dicen saludos, se toman de las manos y se sientan en los parques. En la noche, la luz de las farolas proyecta sombras en los muros. Uno camina por las calles más angostas y se siente derrepente acompñado. No he visto gatos. Algunos perros. Muchas aves. La comida es buena, sobre todo los caldos.

sábado, 31 de mayo de 2008

Locudacción o texto inconcluso o Nulla dies sine linea

Es tarde para todo. Ni grites, ni señales.



(Ahora, mientras ves o escuchas, o al mismo tiempo si puedes, imagina, si puedes, que van pasando los créditos, como en el cine. Van en orden de aparición, los nombres y sus personas; caminan hacia arriba sin detenerse; tienen prisa del final; les urge entrar en la puerta del fondo por donde la música se va llevándose el volumen de sus palabras y sonidos. Algo así como un silencio se nos mete en los oídos. Entonces, y siempre hermoso, el telón, la pantalla o los párpados. Algo negro sin profundidad. Negro sobre negro pero negro. Aquí, mientras ves y escuchas, imagina.)

Juguemos en el bosque mientras el lobo no está

El lobo hasta en los cuentos es lobo. (Lobo es el que hace loberias).
El cuento es cuento si algo cuenta. (Si algo cuenta es el lenguaje).
El aullido es el lenjuage del lobo. (Yo no soy ése que no eres).
Bonito cuento, pero no de La Fontaine. (Pedro que nadie escucha).
A todos nos llega, en el bosque, mientras el lobo no está.

jueves, 29 de mayo de 2008

UVI Fest

Yo no soy marinero. Yo no soy marinero, por ti seré, por ti seré, por ti seré...

martes, 27 de mayo de 2008

lunes, 26 de mayo de 2008

Nueva habitación propia


Vasconceleando







viernes, 23 de mayo de 2008

Vine a Comala

Primeras palabras (Mazateco)

Águila, halcón: Ja
Hongos, bacterias: Nxteen
Gusano: Chindo
Pasto: Ndischo
Tiburón: Ti Sé
Pájaro: Nisié
Tigre: Xa
Ardilla: Chijno
Conejo: Tsintsie
Venado: Ndi Kínja
Zacate: Ska Ndije
Pasto: Ndischo
Planta: Ska
Algas: Ska Ten
Peces: Tí

Nota: no sé, nadie sabe, sobre quién, cuándo, cómo de la transliteración así. Las tomé de un memorama que hizo una maestra de la comunidad.

miércoles, 21 de mayo de 2008

A priori

Últimamente, sobre todo desde que estoy lejos, nadie me visita. Me acuesto (me duermo) y todo se libera de esperas y ataduras (nadie me visita). Mi colchón inflable exala, aliviado; el ventilador gira hacia el otro lado. Sé que a lo lejos algo todavía se siente; sé que allá también hay cortinas, pasillos y penumbras. Se nos hace tarde, no vendremos. Me doy cuenta de que me faltan, fragmentos o palabras. (Mi pantalón tiene un hermoso agujero). Pasan cosas en las sombras: no sabemos. Alguien nos traduce, nos induce; el mensaje se confirma con un gesto. ¿Cómo saber? Escribir supone. Pero suponer y querer son en verdad las cosas más diversas. Y estoy tan cansado (y eso que no estoy casado). Pero lo estoy, lo siento.

martes, 20 de mayo de 2008

a posteriori

Me gustaría que estuvieras aquí y pudieras verlo todo. Me levanté muy temprano y llovía. Había dejado mi ventana abierta (en realidad es sólo una tabla) y entraba la lluvia. No sé por qué me recordó a las veces que, en Coatzacoalcos, me escapaba de mi habitación y me subía a dormir a la azotea; algunas noches llovía y yo me dejaba mojar hasta que el frío era tal que me hacía correr como un desquiciado dando vueltas por el techo hasta quedar agotado por completo y entonces bajaba al baño a secarme y me acostaba a dormir muy feliz. En esos casos no entendía la razón de mi felicidad (y ahora tampoco) y en eso radica precisamente. Creo porque es absurdo, la docta ignorancia, no sé pero sí. Una vez me dijiste: no entiendo eso que dices y estoy tan feliz de no entenderlo, y entonces entendí todo. Así me pasa, algo se rompe y algo se llena, así lo expreso. Hoy se me salió, en medio de un grupo de maestros indígenas, se me salió como sin quererlo: la lengua es posterior a la literatura. Todos me miraron como a un bicho extraño. Trate de explicarme. Aún ahora que trabajamos en hacer reportes, en el interior del autobús, ya que todos los maestros se han ido y sólo quedan una mancha en el cielo y un poco de calor en los pulmones, aún ahora siento miradas clavadas en la espalda. Uno debe hacer lo que tiene que hacer, lo que vino a hacer. Me bañó en un cuarto improvisado, hago reportes. La lengua, en efecto, es posterior a la literatura. Terminó la sesión y todos se retiraron rápidamente. Nos dispusimos a meter los libros en la eterna caja cuando un maestro se me acercó y me contó de sus estrategias para trabajar con libros. Elementales todas, luego infalibles. Me pidió sugerencias; le pedí que me contara más. Trabaja, sin saberlo, los tres niveles: libro, texto y escritura. Sugerí muy poco, algunas estrategias para trabajar en equipos, escritura automática y colectiva. Se despidió en mazoteco (o algo así). Me llama la atención que cuando se les pidió presentarse con un libro, a través de un libro, todos presentaron a la comunidad. Comunidad, colectividad, totalidad y todo ( persona, cosa, objeto, sujeto) son distintas. Aquí, la comunidad es lo más importante.

lunes, 19 de mayo de 2008

FBI

Mi encuentro con F. es un sueño largo. B., la caballería, las piedras. Un sueño sin imágenes, un sueño de ideas irregulares. Me pregunto que será de eso, qué vendrá a salir. La forma en que habla de B. me recuerda al discurso sobre Bruno. Es sin duda uno de esos grandes olvidados. Maestro del silencio al fin. F. me habla de otros en un lenguaje personal. Me preocupan los ojos y los libros.

La casa es bonita, sencilla y blanca. Inflamos los colchones con una aspiradora. Un niño que iba y venía entre el camino, la casa y la habitación nos regaló mangos. La gente nos da cosas (muebles, trastes), préstamos que acomodamos lo mejor que podemos. Es tarde; aquí, sólo nosotros estamos arriba a esta hora. Los caminos desiertos, oscuros, están lejos . Hay árboles enormes, ramas secas como brazos. No he visto aves pero hay grillos. Voces cantan en la hierba. Comparto una habitación con ventana de tablón. A través, después, cerca, algo así como un bosque en miniatura. Olvidé mi minotauro de peluche.

jueves, 15 de mayo de 2008

What then...

“What if you slept?… And what if, in your sleep, you dreamed?… And what if, in your dream, you went to heaven and there plucked a rare and beautiful coca-cola?… And what if, when you awoke, you had the coca-cola in your hand?… Ah, what then?.”

lunes, 12 de mayo de 2008

Vigilar y castigar


viernes, 9 de mayo de 2008

La explicación

Un hombre, en la vigilia, piensa bien de otro y confía en él plenamente, pero lo inquietan sueños en que ese amigo obra como enemigo mortal. Se revela, al fin, que el carácter soñado era el verdadero. La explicación sería la percepción instintiva de la realidad.

Nathaniel Hawthore, Note-books.

jueves, 8 de mayo de 2008

Taller de escritura o (oh) malditos textos

Una vez participé en un taller de escritura. Los únicos productos de esas sesiones no fueron nunca textos bien logrados, sólo algunas inquietudes sobre la escritura y la redacción. Lo primero que noté es que cualquier sesión, grupal o individual, destinada a la producción de textos (informativos, literarios, o de cualquier clase) está destinada ella misma a terminar siendo una sesión de redacción. La escritura es otra cosa y tiene sus tiempos y momentos.


No hay que empezar con página en blanco y lapiz, sino con caminata y grabadora; después vendrán las servilletas, los bolantes, las hojas y con suerte, algún día, se provará la bendita libreta encuadernada en piel.

Las actividades que se plantean en los talleres de escritura, por más lúdicas y bien pensadas que se conciban, no harán que el participante produzca textos. Yo apostaría más bien por sesiones exploratorias destinadas a identificar y definir formas, modelos y elementos de escritura. Ahí sí vale todo, cualquier cosa, porque hay mucho que explorar. Cada uno, con el paso del tiempo (hay que mantenerse leyendo) irá descubriendo los pases mágicos del oficio. Para escribir una página bien lograda hay que leer mil. Incluso para redacción, la lectura no puede estar ausente.

Comprobación de las emociones

Había ocasiones en que Laura tenía intensas sensaciones a distancia, instantes luminosos que le revelaban alguna noticia sobre Josué. Cuando le pasaba, casi nunca en realidad, ella sabía que nada podía hacerse. Así que cenaba algo ligero (todo comenzaba en una noche) y se acostaba a dormir temprano.
Al otro día, muy temprano por la mañana, salía a correr. Regresaba a casa empapada y tomaba un baño de agua fría. En esos días cuidaba especialmente su aspecto físico, la limpieza de la ropa e incluso de sus zapatos. A las 9 esperaba en la parada el autobús para hacerse a la avenida. Entraba más que puntual en la oficina y saludaba a todos poniendo atención y cuidado en los detallas. Trabajaba sin parar hasta las tres. Salía a comer con toda la tropa y se lucía haciendo comentarios inteligentes sobre política de las pasiones y cuidado del cabello. A las seis, o más temprano, continuaba su trabajo esta vez con más diligencia. Cuando se levantaba para llenar su taza de café (sólo se lo permitía una o dos veces en esos días), preguntaba a los demás y hacía favores. Regresaba de esos trayectos muy cargada pero nunca con retraso. No iba al baño en todo el día. Casi en la noche, todavía con ánimos, regresaba a su casa y preparaba exquisitos platillos de una facilidad inusitada. Terminada la cena, se aplicaba en la labor de la limpieza como si de vida o muerte se tratara. Barría como una desquiciada moviendo los muebles de la sala y la habitación. Con el trapeador se movía con la destreza de una jugadora de hokie. Dejaba la cocina reluciente, como nueva; los trastes, rechinando de limpios. Se retiraba a su habitación, organizaba su agenda, leía un poco, veía alguna película interesante, volvía a leer algunas páginas, escribía y disponía todo lo necesario para acostarse temprano. Terminadas las labores reglamentarias de aseo personal, apagaba las luces y cerraba ventanas y cortinas. Se recostaba en la cama, boca arriba, con la cabeza hacia el norte cómodamente colocada sobre la almohada. Cerraba los ojos, modulaba la respiración y se relajaba esperando que no volviera. Pero a veces volvía, de manera espontánea y asilada, con más fuerza, más profunda, más intensa y más clara. Entonces sabía que nada podía hacerse porque todo era verdad. Y se dormía triste y cansada de haber tenido un día perfecto pero en vano. A la mañana siguiente se levantaba más cansada y desvelada que nunca. Se le hacía tarde para todo. Imposible ir a correr ya porque lo único que correría sería el riesgo de contraer cáncer en la piel. Además, tendría que pre-desayunar en algún lugar cercano a la oficina (inusualmente, tenía mucha hambre tan temprano), y eso si y sólo si lograba tomar un autobús a buena hora. No pasaba. Llegaba con veinte minutos de retraso a la oficina y muriéndose de hambre. El día era gris, y más oscura sería su descripción... A eso de las dos o tres o cuatro o cinco de la tarde (en realidad siempre llamaba a la hora que quería), sonaba el teléfono. Naturalmente era Josué haciendo gala de su discurso cortado: que no sabía, que no podía, que tenía que, que sí quería pero, etc. Entonces se lo decía todo. Hablaba fuerte y claro, con calma, sólo de ella. Él, habituado como estaba a las formas del mundo, se limitaba a calificarla de celosa y desconfiada y daba por terminado el asunto.

Mi actividad, tu actividad

Las actividades de promoción de lectura son casi siempre sectarias. Hay actividades específicas para niños, para jóvenes y para adultos. Tengo mis dudas, algunas serias, sobre esos "para". Me refiero sobre todo a las actividades, a su modalidad e implementación. Desde luego que hay textos cuyo tratamiento no funciona para todos y en todos lados, pero esto es algo distinto. En cualquier caso, hay que pensar en implementar una estructura flexible, firme pero no rigida, que tenga como referencia al hombre (así, sin edad) y que esté dirigida a satisfacer sus necesidades. En ese sentido, pienso en una promoción concreta y cercana, es decir real, como pensaba Marcuse que era la Filosofía de Heidegger. Sean quienes sean los participantes, en una actividad de promoción de lectura no pueden faltar: texto(s) literario (la literatura por sí misma hace), el enfoque de promoción (no se trata de actividades literarias, sino de promoción de lectura), la base humanística (una clara concepción del hombre en la que se contemplen sus distintas dimensiones, aderezada con la valoracion misma de la actividad) y al menos un plan B. Jamás debe olvidarse que antes que tratar con niños, jóvenes, adultos, o cualquier género o especie, se trata con seres humanos.

Mi libro, tu libro

Cualquier acción destinada hacia la promoción de la lectura debe presentar a ésta como algo atractivo. Si la acción en sí misma no es atractiva, y pienso sobre todo en largas conferencias o en extrañas "visitas de autor", entonces es un caso perdido. Se trata de hacer promoción y las más populares siempre han sido el 2X1, los 12 (o más) meses sin interesés y el famosísimo en menos de 30 minutos o es gratis. En todos los casos, si el cliente (los libros cuestan, aunque no se gravan con IVA) opta por la opción, obtiene beneficios, y éstos son siempre inmediatos y concretos (más producto, facilidad de pago o pizza caliente y puntual) y nunca extraños o meramente abstractos. A alguien le puede parecer atractiva una licuadora de muchas velocidades o incluso una reversible o aerodinámica, pero para la gran mayoría, al menos en el principio, sus necesidades se satisfacen con una sencilla y que haga bien su trabajo. Es el mismo caso con los libros. Quizá la única diferencia sea la consigna comercial de VENDER, VENDER, VENDER, y su complemento LO QUE SEA A QUIEN SEA. Aquí no interesa (aunque en ocasiones no parezca así) esa especie de impulso: se tiene la convicción de que todos, a su debido tiempo, compraran lo que cada uno necesite, si eso que necesitan está en el mercado.

Windows 2008

Me he dado cuenta, me doy cuenta, me seguiré dando cuenta (no dejaré de darme cuenta) que esta ventana es como un cuaderno de notas. Escribo y escribo, siempre con prisa y a la menor provocación, para no olvidar y no tener que hacerlo. Jamás formaré con los textos (no interesa, no es el caso, yo no soy, ya me fui) un cuerpo teórico de conocimiento. Me gusta pensar que este espacio es ventana; pero de ninguna manera es siempre la misma ventana. A veces, sobre todo en las madrugadas, es la ventana de mi habitación. Más tarde, en el transcurso de la mañana, es la ventana de un autobús en el que viajo (contento, nostálgico, triste, alegre, enojado, ausente... ) ligero. A eso de las doce, sin que me haya dado cuenta, se ha transformado en la ventana de una oficina o habitación de trabajo. Por la tarde es una ventana camaleónica: ventana de casa, de auto, de local comercial, de edificio de lujo, de departamentos o incluso escaparate. En las noches es más bien universal (todas las ventanas en todos los lugares): el metro de Moscú, las vitrinas de Milán, el café de la rue, la casa sin techo, la pagoda desierta. Yo las rayo. En todas voy dejando mensajes que escribo con los dedos (metáfora de la escritura corporal), a la manera de los niños y algunas "personas" que suelen dejar mensajes breves en las ventanillas polvosas (¿o polvorientas?) de los autos. A veces, casí siempre sin fines específicos, hago la limpiezas (así, medio plural). Me subo al andamio de libros y canciones y me dispongo a lavar los ventanales (páginas con textos extraños) y las ventanas altas (notas, viñetas, más bien garabatos). Las dejo secar al sol, indistintamente.

lunes, 5 de mayo de 2008

(Para Josué, en espera de que cambie de opinión)

A los 15 años, mientras viajaba de regreso de unas vacaciones familiares en Tepoztlán, Josué descubrió que quería estudiar Relaciones Internacionales. Viajaban siete en un carro para cinco. Hacía mucho calor y las ventanillas estaban abajo. Circulaban por la libre a vuelta de rueda y Sergio se negaba a encender el aire acondicionado. Gastamos de más y la cosa no está para lujos, aguántense y no se quejen.

Sergio siempre decía, incluso frente a todos en las navidades, que losuyolosuyo eran las relaciones internacionales. Todos conocían su situación laboral, administrador de una pequeña agencia de viajes, y tomaban el comentario como una broma poco inteligente. Sólo Josué sabía que su padre lo decía por el asunto de Irene, la ecuatoriana. Las relaciones internacionales son las que tiene México con Ecuador, no las que tienes tú con Irene. Cállate Josuelito, que ya baja tu madre. Y le metió cincuenta pesos en la bolsa. Con eso se fue al cine y no le alcanzó para palomitas ni camión de regreso. Viejo tacaño.

Todos, en todos lados, decían que el país estaba jodido; que en diez años las tortillas valdrían tanto y los salarios tan poco, que sería necesario importarlas de chinas. Y para colmo de males, esa cosa de los viajes no lo dejaba.

Estaban reunidos en el comedor. Era el cumpleaños de Lupe, la tercera, flaca y enfermiza. Matilde, la mayor, llegaba tarde. Sergio y Susana hablaban efusivamente sobre el puente chino. Los chinos siempre van adelante; es una cosa cultural. En todo, en todo menos en el mundial. No sé por qué comparan, aquí últimamente hacemos puentes muy largos, y también nos llevan a las playas. Manuel había salido por la ventana hacia el jardín. Pateaba sin ganas la pelota contra el muro, sólo por hacer algo. Creo que es el mejor momento, falta Matilde y todos están distraídos. Le preocupaba Susana, su padre se limitaría a golpearle la espalda y a decir cosas sin importancia, que si la cumbre, que si el halcón…

Le vi

Le vi; no parece en realidad una persona. Algo (o alguien) le sobra y algo (y alguien) le falta. Le sobran personalidades y le hace falta (además de alguien) ejercerse. Por sus acciones, les conoceremos; pero no sabemos si hay algo debajo o no. Es como tener hermanos gemelos peleándose bajo la piel. O acudir a una cita a ciegas con uno mismo y saber de antemano que irá mal. Perder y ganar a la vez, pero sólo el peso. Ser el enemigo de tu amigo y su amigo enemigo... Le vi tan perdido, sentado, semi acompañado; me dieron lástima sus zapatos, caros y nuevos.

domingo, 4 de mayo de 2008

Paradise

Nombra

Las cosas tienen nombres. El nombre nombra. Pero cada cosa, cada una en su actualidad presente, es en realidad la cosa más extraña. Miro, por ejemplo, un paraguas y me detengo sorpendido en consideraciones serias sobre su ingeniería física... Por otro lado, una vez tuve uno que viajaba solo y que terminó abandonándome sin el menor cuidado. Perdido, en medio de la lluvia, me lamentaba. No sin razón, lo injurié durante horas.

Otra vez las cosas

Ayer leíamos sobre los léxicos sonoros. En la novela, una niña había ido formando, durante mucho tiempo y con paciencia, con los sonidos que escuchaba, sobre todo los nocturnos, un diccionario secreto sin definiciones. Sin saberlo (sin conciencia), llevamos años formando léxicos similares. El nuestro es un léxico sobre un aspecto de las cosas. Nosotros lo llamamos lo que no parece suceder. La ausencia de definiciones no tiene que ver, como en el caso de la novela, con una referencia al miedo. Sabemos de antemano de dónde provienen, qué las produce, dónde empiezan y dónde acaban. La ausencia de definición, definitivamente, tiene que ver con el carácter no racional de esa parte de las cosas. No hace falta elaborar un análisis de las cosas; no interesa. Es de eso de lo que hablamos aquí; hablamos de lo que no se puede, de lo que no es posible asir. No es un agente, no es un cuerpo, no es fuerza, magnitud o cosa. Hay algo en las cosas que no parace suceder. Lo sentimos o no, lo somos o no. No hay de otra.

viernes, 2 de mayo de 2008

Títulos

jueves, 1 de mayo de 2008

Anyone Else But You

Discurso del método

A veces no puede y entonces lo entiende.
Todo se detiene porque algo le sucede.
No tienen lugar ni el problema ni la cosa.
El símbolo se vuelve simbólico.
Algo se conecta.

El mar se deja hacer y el niño se esmera.
Un caso típico de pensamiento medieval.

Negar el sueño. Prefiere pensar que el mar conoce.
El observador carece de ojos. Uno se esmera y todos se duermen.
El pensamiento entra en el cuerpo. La música cae sobre la página.
La hoja, el temblor, la analogía.

Creemos que somos nosotros. Así conviene que sea.
Creemos que somos, nosotros. Así conviene, que sea.
A veces no puede y entonces no lo hace.

lunes, 21 de abril de 2008

Voltaire número cinco

Luciano tiene 7 años, sabe leer, escribir, sumar y restar; tiene cicatrices en la frente y las rodillas. Contrariamente a lo que se cree, no necesitó de ningún método para dañarse y aprender, lo hizo él solo, naturalmente.
La infancia es el periodo en el que se construye el interior y se destruye el exterior. Los columpios y las resbaladillas, las cuatrimotos, cuando las hay, dañan el rostro y las rodillas. La observación de los colores, formas, tamaños, y la atención en los detalles configuran nuestra capacidad cognitiva.
Luciano está leyendo un libro de Voltaire. Lleva casi una hora sentado en la banca con el libro puesto sobre las rodillas. Balancea los pies humanamente; el viento juega con algunos mechones de cabello que caen libremente sobre su frente. Los ojos van y vienen sobre las líneas coloridas; la mirada permanece inmóvil. Luciano lee a Voltaire, se lee, a sí mismo.
La infancia, zapatos pequeños.
Luciano está leyendo un librito de letras grandes. Existe un juego entre los tamaños y los colores, entre la distribución de las letras en la página y las ilustraciones. El libro es una maravilla; fue pensado, creado exclusivamente para él. Él lo sabe; lee, no se pregunta; lee, no se entretiene; lee, no está.
La infancia, ese paisaje.
Luciano está leyendo. El viento le cambia la página, el sol la ilumina, la banca le sostiene.

sábado, 12 de abril de 2008

Las cosas

Hay, en la penumbra, un umbral en la penumbra.
Puertos que se abren en los bordes de las cosas,
heridas en los libros, palabras en las cosas.

Hay algo que se mueve en la penumbra de las costas.
Un influjo nos recorre, allí, sobre las costras.

Hay palabras contenidas en las cosas,
los nombres de tu Dios y sus victorias.

He visto, sé, y la visión también consume.
Nadie mira por azar, las palabras o las cosas.

Elementos de autocrítica

Yo
es
otro.

jueves, 10 de abril de 2008

Al menos en estos textos

No hay elementos suficientes para hablar de una antropología filosófica, basados en estos textos, ya que en sus planteamientos se parte de hechos psicológicos sin un mayor fundamento. La argumentación no parece presentar errores, es pues concluyente. Pero la postura es en extremo dogmática. Hay principios de los que se parte y no se demuestran, y muchos no son, como se pretende establecer, evidentes en sí mismos. La reflexión es guiada por una concepción materialista, ya que todo puede reducirse a impresiones sensibles e impulsos naturales, como la sexualidad. La postura identifica como ilusorias a la religión y a la libertad. Toda experiencia de la libertad es ilusoria, ya que en realidad lo que ocurre es que se ignoran las causas o factores anímicos que nos impulsan a actuar de tal o cual modo. La libertad es sólo el conocimiento de la necesidad, de la satisfacción de nuestros impulsos, de la cultura. Se habla del Hombre, pero no se justifican las afirmaciones sobre su naturaleza, como la existencia en ella de un impulso de muerte. Esto es un hecho psicológico, pero puede tener su origen en la cultura y no en la naturaleza humana. Habría que registrar previamente varias dificultades que la forma de pensar plantea. En efecto, el hombre siente, porque tiene un cuerpo, piensa, porque tiene una mente, pero qué siente y qué piensa es otra cosa. No hay un discurso que hable sobre el Hombre, sólo se abordan algunos fenómenos de su vida psíquica. Siendo que una antropología filosfófica se funda en una concepción del Hombre, al menos debería ser considerada de antemano, y partir de ello como de una base. Esto está ausente, al menos en estos textos.

Nuevo trabajo

Entrar y salir de un estado, como por mi casa, sin ningún titubeo o problema, es en eso en lo que trabajo ahora. No me refiero, como podría pensarse, a estados de la república mexicana, bueno fuera; me refiero sobre todo a estados de ánimo y de desánimo. Trabajo, sin sueldo, sin horario, sin un espacio predeterminado; trabajo sobredeterminado por axiomas autoevidentes. Y no se trata de esos que son evidentes a Dios pero que no lo son a los hombres... Estos aximas o premisas, de la mayor importancia, son ideas que se contienen, se encadenan, se completan y se expanden. Pondré un ejemplo... mejor no. Se ponen ejemplos cuando las cosas no están claras. Recurrimos, nosotros, a los ejemplos, cuando algo está mal o ha fallado de antemano o por completo. Esto es intolerable; una falla en el discurso; alguien debería tomarse su trabajo en serio. Orden y progreso, tibet y cine en casa.

lunes, 7 de abril de 2008

Tesis

Deleuze define así el conocimiento en Spinoza: no es la operación de un sujeto sino la afirmación de una idea en la mente, autoafirmación de la idea, “explicación” o desarrollo de la idea, como una esencia que se explica en sus propiedades[1]. Trataremos de desarrollar este punto.
La idea no es una pintura muda, no es una imagen, es concepto. Basta que esté presente en la mente para que se desarrolle, afirmándose a sí misma, explicándose en sus propiedades. La idea se desenvuelve en la mente como un papel arrugado que se coloca en agua. La explicación de la idea o reflexión o conciencia, al igual que el conocimiento o afirmación de la idea, no es una operación del sujeto, sino una propiedad de la idea por la cual se desdobla y se multiplica hasta el infinito, no es reflexión de la mente sobre la idea, sino reflexión de la idea en la mente[2].
La idea verdadera es anterior a su certeza: para saber que sé es necesario que antes sepa algo (por certeza no se entiende la ausencia de duda, sino algo positivo, saber que se sabe). Pero si sé algo (si tengo una idea verdadera)[3], necesariamente sé que lo sé, porque la idea es dinamismo. En efecto, la idea verdadera es anterior a su certeza pero, según se ve, la idea verdadera y la certeza son lo mismo: la certeza es una propiedad de la idea, es la idea misma.
Así como la idea verdadera es anterior a su certeza, así la verdad es anterior a la idea verdadera (¿cómo podría saber que lo que sé es verdadero sin conocer previamente la verdad?). Por eso Spinoza afirma que para alcanzar la certeza de la verdad no se requiere más que poseer la certeza de la idea verdadera[4], y para poseer la certeza de la idea verdadera, según se ha dicho, sólo se requiere poseer una idea verdadera. Ahora bien, la verdad de la idea no se funda en una causa externa, como la concordancia con el objeto del que es idea. Si la idea es verdadera en sí misma lo será también respecto de su objeto.

Si algún artesano, por ejemplo, concibe rectamente un utensilio, aunque no se pueda llegar a hacer nunca, su pensamiento es verdadero lo mismo si existe el utensilio que si no; por el contrario, si alguien dice que Pedro existe, sin saber que existe, su pensamiento respecto de aquél es falso, o, si se quiere, no es verdadero, aunque Pedro en realidad exista; la afirmación de que Pedro existe no es verdadera más que respecto de aquel que sabe que Pedro existe.[5]

La idea es en sí misma una afirmación, y ésta sólo es verdadera si se conoce previamente lo que se afirma. Si afirmo que Pedro existe, sin saber que existe, mi afirmación no es verdadera, aunque Pedro exista realmente. La verdad de la idea radica en el pensamiento y no en la realidad del objeto. Si afirmo que Pedro existe, mi afirmación sólo es verdadera si sé que Pedro existe, es decir, recurro a mi conocimiento sobre la existencia de Pedro y no a la existencia real de Pedro.
El método no puede ser un camino hacia la verdad, porque entonces cabría preguntarse qué camino se ha tomado para llegar a ese, y así hasta el infinito. No nos servimos de él como de un instrumento (no es a la verdad como el martillo es al hierro), es la forma para saber que lo que se afirma es verdadero.
[1] DELEUZE, G. Spinoza: filosofía práctica, pp 79 y 80.
[2] Ibid, p 77
[3] Este es el ejemplo que da Spinoza del cuarto modo de percepción: se concibe una cosa por su esencia cuando yo sé lo que es conocer algo por el mero hecho de que conozco una cosa. SPINOZA, B. Tratado de la reforma del entendimiento, pp.36 y 37.
[4] SPINOZA, B. Tratado de la reforma del entendimiento, p 44.
[5] Ibid, p 64.

Deus sive Natura

Los pinos que circundan el camino asomaban sobre la cerca sus follajes puntiagudos que el viento movía de un lado a otro. Jeremías devolvió el saludo con la mano y continuó la lectura del otro Jeremías.

Primeras horas

Meditaba en el silencio de la mañana cuando la descubrió en la habitación. Yacía sobre la alfombra y se divertía arrojando sobre él gestos burlones con el arco de sus labios. Se había convertido, no sabía a qué hora, en el blanco donde se clavan todas las flechas del desprecio. Pensó en seguir el juego, esquivar algunas, y ver que pasaba.

Camino hacia el mole


Sonido

Esferas transparentes surcaban el espacio entre la cama, el ropero, la mesa y la niña que veía por la ventana. Flotaban en el aire, leves, como burbujas de jabón. La más pequeña vino a su encuentro y estalló justo en su oído izquierdo. El tictac que contenía se derramó propagándose a gran velocidad. El murmullo le golpeó en pleno rostro, le traspasó por completo, veloz.

sábado, 29 de marzo de 2008

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La Fotografía tiene algo que ver con la resurrección.
Roland Barthes




miércoles, 26 de marzo de 2008

Sastrecillo Valiente

Nagg: Escúchala otra vez. (Voz de narrador.) Un inglés… (pone cara de inglés, recobra su expresión habitual) que necesitaba urgentemente un pantalón a rayas para las fiestas de Año Nuevo va a un sastre, éste le toma las medidas. (Voz de Sastre.) “Listo. Vuelva dentro de cuatro días, estará terminado.” Bien. Cuatro días después. (Voz del sastre.) “Sorry, vuelva dentro de ocho días, los fondillos me salieron mal.” Bien, resulta difícil hacer bien los fondillos. Ocho días después. (Voz del sastre.) “Estoy desolado, desgracié las entrepiernas.” Bien, de acuerdo, las entrepiernas, es un trabajo delicado. Diez días después. (Voz del sastre.) “Lo lamento, vuelva dentro de quince días, estropeé la bragueta.” Bien, la verdad es que hacer una buena bragueta es un trabajo muy comprometido. (Pausa. Voz normal.) La cuento mal. (Pausa. Apenado.) Cada vez la cuento peor. (Pausa. Voz de narrador.) En fin, resumiendo, entre una cosa y otra, llegó Pascua y echó a perder los ojales. (Rostro, voz del cliente.) “¡Goddman Sir, no, realmente eso es indecente! Dios hizo al mundo en seis días, me comprende, en seis días. ¡Sí señor, sí, el MUNDO! ¡Y usted no tiene narices para hacerme un pantalón en tres meses!” (Voz del sastre, escandalizado.) “¡Pero, señor! ¡Señor! Mire (gesto despreciativo, con asco) el mundo… (Pausa.)… y mire… (gesto apasionado, con orgullo) ¡mi PANTALÓN!”

Samuel Beckett, Final de Partida


No fue sino hasta ese momento que comprendí que mi caso se trataba a todas luces de un hecho infame producto no de una conducta inadmisible, sino de una persona que se las daba de muy viva y se movía por el mundo y la historia de una manera anónima, pero que yo conocía a la perfección. Cerré el libro y lo dejé reposar sobre la rueda sin pedal, inmóvil, sobre la mesa. Advertí, al reparar en la comodidad con que se acomodaba en el metal cromado, que algo debía hacerse con urgencia. Me di cuenta, al verlo buscar su reflejo en la superficie del metal, que si yo no era su verdugo, nadie lo sería; que si la forma de liberarnos de él no era ejemplar y no se llevaba a cabo en el menor tiempo posible, nadie lo notaría tampoco. Me acosté sobre la cama cubierta con el edredón, su crimen de puntadas, marcas y remates. Era imposible dormir así: había sido manufacturado por el remedo de una máquina, o algo peor. Me entregué al sueño con la esperanza de poder establecer conclusiones durante la noche, conclusiones nada personales. Y así fue.

Me desperté temprano. Ni siquiera tuve tiempo de tomar los lentes de la mesilla de noche. Un impulso oscuro, similar al de un resorte cuando se dispara, me arrojó fuera de la cama y me abandoné en él, me lancé sobre la cómoda con el salto de la fiera, me dejé hacer, tomé del cajón el revolver que Sara había olvidado en una de sus bolsas pequeñas y que yo encontrara, tiempo después del final de su partida, refundida en un agujero en el interior del ropero. Muy a mi pesar, me vestí la ropa. Guardé el arma en el bolsillo de la maldita chaqueta hecha a medida y recién estrenada. Salí al corredor. Los perros ladraban. Al inclinarme para cerrar con llave la verja de la entrada, noté que mi zapato derecho había perdido uno de los círculos metálicos que cubren el orificio por donde pasa la agujeta. Caminé a prisa hasta cruzar la avenida. Compré en la exlavandería un jugo de zanahoria que sabía a cóctel de frutas. Alguien tenía que decirles a los empleados que usar el mismo Moulinex para extraer el jugo de toda clase de frutas, una tras otra y sin una limpieza intermedia de las piezas del aparato, modificaba sensiblemente el sabor de los jugos. Sin embargo, esa no era mi guerra y continúe mi largo camino. Llegué a la esquina de la mueblería. Habían olvidado retirar las cadenas del estacionamiento y obstruían el paso. Seguí por la calle sin prestar demasiada atención. Había que continuar y no detenerse, cobrar todas las deudas, todas las faltas cometidas hacia todos, en todo lugar, acaba con cualquiera que se dedique al oficio. Corrí para poder llegar. Después de dos o tres cuadras, con el jugo agitándose todavía en el estómago, me detuve frente al umbral. Desde la sombra del árbol (eran las 11 y el sol estaba alto) podía ver sus manos ocupadas en el ritual de movimientos mecánicos. Él era un simple peón, un emisario envigotado cargado con excusas. Mi misión era confirmar su condición: hacer de él un verdadero emisario, digno de los antiguos reyes paganos, un emisario que porta un mensaje nada despreciable, sellado con la cera de la muerte. Me adelanté un poco para observar si había alguien más en la habitación porque la oscuridad de la pieza impedía una visión precisa. Advirtió mi presencia sin sorpresa. Estaba a punto de esbozar esa sonrisa irritante que siempre lo caracterizó en la colonia, ese gesto que era lo único que lo había hecho distinto de los demás sastres del lugar, porque la calidad del trabajo era siempre la misma en todos, deficiente, y el precio y la forma de pago, caro y por adelantado, eran un acuerdo del gremio, estaba a punto de burlar la justicia, de exhibir una vez más a diestra y siniestra su falsa inocencia, cuando el impulso del resorte me hizo descargar el arma sobre su cuerpo.

Yacía arrojado sobre la mesa de madera como quien duerme la siesta. Yo siempre lo supe y se lo dije en varias ocasiones: moriría sobre esa mesa, con las tijeras en la mano, con los pies calzados con sus botas incómodas pero elegantes oprimiendo el pedal de la misma máquina vieja. Su sangré luminosa como de cuento manchaba una tela que tenía la caída perfecta para un pantalón. La cara era la misma que en el sueño, sólo que en aquél se me presentaba diciendo, con sonrisa y todo, que él también era hijo de Pedro Páramo y su destino, y me confesaba que se había hecho adepto a las tijeras y a la regla, medio de expiación de sus pecados, porque había asesinado en su juventud, él sí, a siete de un golpe. Le cerré los ojos con seis alfileres tomados de su pelota de tela, no fuera que despertará y me viera partir dejando sobre el estante de entregas mi pantalón de cuadritos, a medio terminar.

martes, 25 de marzo de 2008

Discurso del río

Deja que te hable hoy a ti. Tú que recuestas la cabeza en la orilla y en la piedra, que escuchas esta voz que nadie ni siquiera oye, deja que te hable hoy a ti. Algunos han dicho, en todas las formas y tonos posibles, en todas las horas, que lo que hacen no tiene utilidad alguna, que no podran nunca, a pesar del deseo, lograr hacer lo que en verdad se proponen. Las razones, cuando las hay, son siempre las mismas: es muy difícil y sencillamente uno tiene que ser lo que es. Algunos también han dicho, me consta y me duele, que uno es de tal o cual modo y que no puede ser algo que no es, por ejemplo, en el momento en que lo expresan; que el destino así los quizo y así los dejará. Pero date cuenta, hazlo ahora: algunos nunca salen (la distancia no es el factor determinante)o salen pero a buscar, y es común que lo hagan en lugares poco probables. En todo esto debes notar, no lo dudo, un poquito de confusión y de extravío. Porque los que así dicen hablan de la vida como si fuera siempre la misma cosa; hablan de su vida como si se tratara de algo ajeno a ellos mismos. La vida no existe, recuérdalo bien, solamente existen los seres vivos.

lunes, 24 de marzo de 2008

Les vacances

martes, 18 de marzo de 2008

Siglos sin saberte

Confundimos la facilidad (facilmente) con la tranquilidad. Es normal, es común, es deseable tener (entender) días tranquilos. Es difícl decidir, sobre todo cuando no se sabe. Tranquilamente, decido aceptar mi entrada al Programa Vasconcelos. Tranquilamente, digo, y me refiero sólo a eso. Del mismo modo es como decido tomar las riendas nada cómodas para conducirme en este camino y, en general, de todos los que faltan: sé que los cambios se dejarán venir, sentir, estar. Nada de esto es fácil, basta conciderar su complejidad nada aparente. Me voy, pues, y esta vez lo hago bien, como quien se va. Me voy en busca de otras formas, en busca de otros; parto de mí, desde mí, para llegar a mí. Mi camino es largo y no es precisamente en línea recta. Doy los pasos antes dados, me recorro, subiendo, a toda velocidad y sin escalas: una espiral que no es roja y nunca se dispara. Así las cosas, así, así.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Como Madame Butterfly no

Crutones de pan horneado y botella del 2003. Hay un montón de asuntos pendientes y un par de personas perdidas. Las pruebas psicométricas son agotadoras, sobre todo cuando se hacen en un espacio reducido y repleto de gente. Es bonito caminar en lugares amplios con un gafete colgando del cuello. Es bonita la alfombra cuando es nueva y casi ni se siente. Las sombras tomaron cuerpo para la tercera lectura. Un par de ajustes, un acto más bien de creación por allá, una peinadita y una limpieza general lo arreglan todo. Tres pases de cortesía también. Estoy algo indeciso sobre el futuro inmediato. Lo asuntos del reino, los establos y las vacas, todo está como en stand by. Me tomaré un café, me echaré las cartas, consultaré algunos libros. Quizá en alguna revista parisina encuentre noticias de lejos. Por ahora, el ritual del sueño resulta más que necesario.

lunes, 10 de marzo de 2008

Cuarto solo

Si te atreves a sorprender
la verdad de esta vieja pared;
y sus fisuras, desgarraduras,
formando rostros, esfinges,
manos, clepsidras,
seguramente vendrá
una presencia para tu sed,
probablemente partirá
esta ausencia que te bebe.

Alejandra Pizarnik

domingo, 9 de marzo de 2008

Salut au monde!

-¿Qué ves, Rafael Cessa?
-Veo mecanismos, cuerdas que se tienden, cubos, catedrales rojas, notas que caen como alud sobre la vista. Veo personas, veo sus nombres que se dicen y se llaman, veo caras como espejos que se esconden y se alargan. Veo caminos, pasos y pesares, veo ausencias vegetales, mi mirada, hielos y cristales.
-Ahora, abre los ojos.

martes, 4 de marzo de 2008

Chejov, sí sí

Me salí todo enbufandado, huyendo de una tesis de sombras, a buscar algo que me trajera de regreso y me mantuviera así. Encontré, sin mucho esfuerzo (después de todo se imprimieron 52000 ejemplares...), un libro pequeñito de esa colección que no se vende... pero que se vende muy barata. Es una antología de cuentos de Chejov, El camaleón y otros cuentos de varios colores. Sin palabras. Transcribo a continuación un fragmento de La melancolía, narración corta que forma parte de mi biografía secreta no autorizada pero bien recibida. La puntuación me parece extraña en algunas partes, pero respeto la traducción (Francisco Montaña) y su edición.

De nuevo está solo y de nuevo empieza a envolverlo el silencio... La melancolía que había sido apaciguada durante un corto momento aparece de nuevo y le taladra el pecho con más fuerza todavía. Los ojos de Iona martirizados y ansiosos recorren la multitud que se mueve por los dos lados de la calle, esperanzados en encontrar aunque sea una, entre esos miles de personas que pueda oírlo. Pero la multitud corre sin notarlo a él ni a su nostalgia... Y la nostalgia crece sin reconocer ninguna frontera. Si el pecho de Iona llegará a explotar, se derramaría toda la tristeza y llenaría el mundo entero, y a pesar de eso es invisible.

P.D. Y es por eso que nadie entiende nada.

H2O

Bebo de un vaso transparente mientras camino bajo la lluvia atravesando mi neblina. Mis ojos se van secando de mi agua y se van mojando de la otra. Me lluevo hacia ninguna parte.

Llovía. Yo vi a Sofía que se mojaba como se mojan las aguas cuando no hay sol que las mire. Maadevi venía y ella se iba, Sofía... Uno, como el agua, puede estar fuera aunque esté también en el fondo del adentro.

Es tan bonito tener agua: dentro, fuera, alrededor.

lunes, 3 de marzo de 2008

Seis de copas

A nivel adivinatorio, el Seis de Copas presagia un tiempo de serenidad que ya no tiene nada que ver con los sueños del pasado. A veces vuelve del pasado un antiguo amor, o un sueño que acariciábamos en el pasado puede convertirse en realidad en un futuro cercano. El estado del enamoramiento ciego se ha solidificado y, aunque el pasado tiene que parecer hermoso e irrevocablemente perdido, algo surge de su promesa, templado y fortalecido, en el presente. Esta carta indica nostalgia del pasado, pero con una diferencia: el pasado puede llevar al furuto, y el sueño aún puede llegar a realizarse, incluso puede que esté muy cerca.

domingo, 2 de marzo de 2008

El amor que no ama a los hombres

Es más fácil entender al Hombre que entenderse uno a sí mismo. Y sin embargo, nadie entiende nada. Lo que en uno escapa del Hombre, escapa también de uno mismo. No hay, desde hace siglos, una teoría del Hombre que explique al hombre lo que es el Hombre. El discurso cambia; la verdad, cuando la hay, permanece, oculta. Hablamos del Hombre, pero en realidad hablamos del hablar sobre el Hombre. Todos los hombres son mortales es la afirmación de un deseo, la fe en el cuerpo "corporal" de todos los hombres que saben que sólo les correponde pensar humanamente. El amor que no ama a los hombres, teoría de sí mismo volcada en la mismidad de su presencia. Y cada hombre, esto es, cada cuerpo, es lo mismo que su cuerpo. En este mundo, soledad de los cuerpos, no hay nada más. Es más fácil entender que no entendemos que entenderse uno a sí mismo. Y sin embargo, nadie entiende nada.

sábado, 1 de marzo de 2008

Hay algo

Hay algo en mí -no sé qué sea- pero sé que está en mí.
Crispado y sudoroso -sereno y frío se hace luego mi cuerpo, duermo -duermo.
No lo conozco -no tiene nombre- lo expresa una palabra que aún no ha sido pronunciada, que no está en ningún diccionario, en ningún idioma, en ningún símbolo.

Walt Whitman

viernes, 29 de febrero de 2008

De por qué no voy a las fiestas

Una voz que viajaba a caballo me trajo noticias del imperio. Hoy por la noche se reunirán los fantasmas en la hacienda. Darán una fiesta.

He visto, sé.

Los invitados llevan días preparando los pasos y los temas que juntos han de llenar sus silencios con colores. Tú no. Tú esperas. Sentado en la cama con el gato recostado entre las piernas, llenando de silencio los colores que se alargan como sombras, tú esperas a que aparezca en la vereda con el libro bajo el brazo.

Las flores, cortadas por ti mismo, se oscurecen en el medio de la pieza sin hacer. Las horas declinan y seguirán su carrera.

Él no vendrá.
Apaga la luz y cierra la casa.
Abrígate que no vendrá,
y yo tampoco.

domingo, 24 de febrero de 2008

fin d'ete

Frase laberinto

Escribo una frase. Me contiene y me repele al mismo tiempo. Los tiempos son lugares: los pasados son jardines, los futuros, espacios cerrados. Escribo una línea y es encerrarme entre la mayúscula y el punto. Golpeo y escucho, el interior de mis muros. Escribo una frase para mis otros. Nos buscamos, todos, entre los muros. Afirmo negando, rompo, desato. Escribo una frase que habitar. Escribo y, por un momento, es como si me leyera.

viernes, 22 de febrero de 2008

Cuestionario adjunto al texto anterior

Favor de responder o contestar, según se vea, las siguientes preguntas sobre el texto anterior:

1.- ¿Por qué ha cambiado la voz del teléfono?
2.- ¿Por qué algunas cosas se han secado para bien? ¿Cuáles cosas?
3.- ¿Qué es lo que no se puede hacer porque es muy tarde y quién no puede hacerlo?
4.- Así no era, pero ¿si así fuera?
5.- ¿Por qué nadie contesta el teléfono?

jueves, 21 de febrero de 2008

Si una tarde cualquiera un teléfono

Suena el teléfono con voz distinta, la de las puertas al ser tocadas por puños desconocidos.

El rector, o quizá, el interventor, no podía ser de otra forma, después de todo los documentos estaban completos, cuidadosamente ordenados, intachables, la falta de experiencia, cuando se tiene, se remplaza fácil, secretamente, con la pericia en el trato, la fuerza en la mirada (asesina de paisajes mudos y coloridos) y la sonrisa siempre al hilo, la vida o el boleto, el rector o el interventor, no sé cuál, no se con quién

Suena el timbre del teléfono, aquí o allá o en otra parte.

,ya no me acuerdo de nada, todo este tiempo es como una larga mañana que se pasa en cama, durmiendo, la mano entumecida por la posición de siglos tiembla o se tambalea, la punta del pincel está como congelada, azul, inservible, es una lástima, tenía un pelo tan bonito esta mañana, es una lástima, todo se ha secado, algunas cosas incluso para bien

Suena el teléfono o la puerta, las voces se confunden.

,te digo que no puedo, que mañana debo levantarme temprano, ir hasta la torre toma tiempo, y la clase, y después el camino de regreso, te digo que no, que es muy tarde y debo dormir, que se diviertan, lleven algo, que hará frío, saludos, sí, saludos

Suenan el teléfono, la puerta y el otro teléfono, cada quién llamando, cada quién…

,no, así no era, una verdad, una mentira, el mismo aspecto, la soledad, la tristeza, pero ella ya estaba triste antes del misterio y su revelación, creo que es como en Shakespeare, una soledad propia

Suena el teléfono.
,alguien que conteste, estoy...

martes, 19 de febrero de 2008

El sentido de la vida

Castillo laberinto

El sol atardece en el corazón de una aldea italiana. El perfume del trigo gotea de las oscuras nubes. En los balcones de piedra, sobre tejas raídas, sobre techos de paja, la historia se insinúa.
Carruajes pasan veloces sobre pedrusco tallado por los años. Niños levantan maderos puntiagudos que hienden el cielo. Las mujeres toman antorchas que oscurecen sus pupilas. El patíbulo tiene compañía.
Se ve cansado. Negrecidas costras cubren sus heridas que rozan el suelo. Las muñecas desechas tiñen las sogas. Todo él derramado.
“Es la hora”, anuncia la campana de la garita.
“…fiat voluntas tua…”, se escucha murmurar en la abadía.
La muerte llegó en silencio. Sólo el cadalso se estremeció levemente.
Carruajes pasan lentos sobre pedrusco tallado por los años. Madres con hijos en brazos apisonan la paja sobre el suelo. La historia se retira a la torre más alta, donde una joven se lleva las manos al vientre.

Un recuerdo del porvenir




El faro se siente solo.
Ella se ha ido. Fue tras sus pasos. Alguna historia debió olvidar para partir tan pronto, y tan deprisa. Pero ella lo sabe: los murmullos de una ciudad la acompañan en su viaje.
Un ave recorre las habitaciones vacías. La cortina lila se estremece débilmente (escuchar). El abanico se abre. Las gotas abrazadas. Ella no está para verlo.
La ciudad se sumerge en la penumbra en silencio: ella se ha llevado el murmurar de los caminos.
Tal vez sea el silencio o la inmovilidad de la noche, pero él lo supo al llegar: la ciudad no es la misma. Tres ya son dos. Y dos son cada vez más uno.
Pero el reloj sigue ahí.
Tal vez sea un abrazo lo que él necesite para dejarla ir.

lunes, 18 de febrero de 2008

3 años, 1 minuto

jueves, 14 de febrero de 2008

Cachetes yucatecos

Se supone que iría a cenar con ella y sus primas, pero como no hay llamadas, ni siquiera un triste mensaje, me salí a comprar empanadas en la esquina. Por la tarde, con y sin motivo, te llamé por teléfono. Nos hablamos. Colgué y recordé que me pediste te escribiera algo bonito. No puedo. Escribir de ti, sí; bonito no; bonito de ti... no lo sé. Lo intento, eso hago, lo estoy haciendo mientras me termino mi empanada de queso. Nada de lo que escriba puede superar lo que dijiste, una vez, como de paso. Me preguntaste si quería que me mandaras algo especial para que cuando ella regresara me lo trajera consigo. Te dije que sí, que a ti, que tú vinieras. Y me dijiste: "algo que no tengas", y rompiste de lleno mis palabras. Pienso en escribir pero sólo recuerdo lugares, nombres o personas, tu cara, alguna palabra, una habitación, nosotros, las cortinas, tu hermana, el pato para la cena, la mermelada, el chocolate y el pastel que odiaba al mundo y que comimos. Nada puede más que el pasado, un mes es la vida. La mejor película la vi contigo, tu perro roncaba bajo la mesa de centro. Caminamos, te llevé en hombros, me escapé un par de veces, iba y venía, siempre pensanddo en el final que escribiste, en la hora, las 7:45, tus amigos, mis amigos, las personas. Se supone que iría a cenar con ella y sus primas, pero como no hay llamadas, ni siquiera un triste mensaje, me salí a comprar empanadas en la esquina. Por la tarde, con y sin motivo, te llamé por teléfono. Nos hablamos. Colgué y recordé que me pediste te escribiera algo bonito. No puedo. Cachetes yucatecos, sin ánimos de ofender, podría ser...

Los dos mares

Leyendo Son Vacas, somos puercos recordé que hace tiempo me había interesado escribir un texto, cuento o algo parecido, retomando las imágenes de mar y piratas. Jamás pasé de las primeras líneas y el interés se perdió en algún lugar de los dos mares. De Los dos mares, el único fragmento que se me quedó grabado en la arena:

Atribuir la impresión que me envolvía, tan imprevista como un rayo de sol que viajando encuentra un pedazo de cristal en quien volcar su fuerza, al sonido de la música, que provocaba en mí el efecto del cristal al recibir la luz, o al susurro del agua que corría sobre los guijarros del suelo alisando sus cuerpos con la delicadeza y perfección del escultor de Caprese, sea por ignorancia u obcecación, me fue imposible. Lo cierto es que ahí estaba, desenfadada y libre, la sensación que acompaña las almas que parten, adentrándose en las azulidades de la mente, en busca de los ensueños que nunca abandonan del todo la mal llamada realidad.
El sobresalto que se produce inmediatamente después de una sensación de ausencia involuntaria fijó, primero mi mirada y después mi pensamiento, en el cielo hendido de nubes perladas. Y como si aquella imagen poseyera el poder de revelar los secretos de la mente humana, destacando al instante la respuesta de entre todas las opciones, me reveló la verdad. Había sido el instante mismo: el murmullo del agua que corría sobre el camino; la naturaleza azulina del mar que avanzaba sobre la arena; el frufrú de las velas en las astas; el suave golpeteo de la veleta en el tejado; las nubes atrapadas bajo el agua; el cielo nadando al horizonte...
Súbitamente me invadió la sensación que se produce en quien pisa tierra firme después de andar varios años sin rumbo ni destino por el mar. Suerte que el viaje en esta dimensión sea tan distinto que uno puede volver completamente seco de él.

Pasé la noche en una taberna del muelle. Un lugar frecuentado por balleneros y piratas, y las historias más fascinantes que uno puede escuchar en tierra firme. Mi primera impresión coincidió con lo imaginado: un lugar abrumadoramente sucio, de mala muerte. El olor a pescado lo golpeaba a uno en pleno rostro semejante al manotazo que suele dar un marinero cuando se insulta a su capitán, pues su madre, en caso de conocerla, les importa menos que el aseo personal. La duela, si es que aún quedaba algo de ella, estaba cubierta de una gruesa capa de grasa, sal, arena, y Dios sabe que más, y despedía un olor similar al del marinero más aseado en toda la dársena. Las mesas perecían estar hechas de la madera que el mar arroja a la playa en las tempestades, como si el vaivén mismo las hubiese formado y arrojado completamente terminadas a la orilla. El techo era de palma tan vieja como el mar. Las sillas: troncos trozados (pues “cortados” supone un procedimiento más minucioso).
Me acomodé en una mesa hecha con los restos de una embarcación llamada “La buena suerte” (en una esquina podía leerse dicho nombre, lo que confirmó, en parte, mi sospecha acerca de la procedencia de la madera), cerca de un brecha en la pared, alejado de esos extraños seres que profesaban un ferviente gusto por los tatuajes toscos y mal hechos. Nada tenía yo similar a esos torpes marineros, y parecían notarlo también, pues dirigían al rincón en donde me encontraba miradas llenas de un sentimiento que sólo ellos conocían.
Llamó mi atención un viejo que fumaba en una mesa retirada. Cubría su cabeza un sombrero de palma que parecía “un techo de taberna de mala muerte” en miniatura. Era imposible ver con detalle a través de la media luz de las velas, del olor que se hacía visible en la forma de un vapor verdusco y se elevaba casi un metro sobre el suelo. Seguramente cicatrices, como las líneas negras de un mapa que resguarda la ruta a alguna isla llena de tesoros, surcaban la piel de su rostro. Su aspecto no era el más llamativo ni el menor, pero había algo diferente en ese viejo que fumaba sin parar, como una concha demasiado brillante centellando bajo el agua.
La puerta se abrió con estrépito dejando pasar a un muchacho que fue recibido con insultos y resoplidos por parte de todos los presentes con excepción de mí, el viejo y un par de marinos que yacían inconscientes sobre la supuesta duela. Llevaba asido a la cintura un sombrero idéntico al del viejo. Escrutó en la penumbra como quien busca desde el mar la tierra en el horizonte. El viejo se levantó. Tocó su cabeza cubierta. Se dirigió a una mesa más apartada. El joven lo siguió.
Uno a uno fueron desplomándose, sobre el suelo, las mesas, la barra, uno sobre otro, los marinos víctimas del alcohol. El lugar adoptó, rápidamente, el aspecto de un cementerio. Una ráfaga de viento hizo oscilar las llamas que chispeaban sobre las mesas, algunas se extinguieron en breves exhalaciones de bruma que se propagaron arremolinándose. Apoyé los codos, la cabeza entre ellos, sobre la mesa, dispuesto a dormir.
Me encontraba aún debatiendo entre la vigilia y el sueño cuando un murmullo de voces exigió mi atención. Me incorporé levemente, todavía sentado a la mesa, para escuchar en posición más favorable. Las voces venían de un rincón sumido en la penumbra. Una voz ceceante decía: “es absurdo”, "tan pronto”. Una segunda voz dijo: “oro”. No podía escuchar con claridad la conversación, escasamente alguna palabra. “Oro”, repitió la segunda voz.

Femenino singular

Biela sentada frente a la ventana observando la enredadera que cubre el muro. Todo pintado de pálida luz
Ahora que está sola debería huir, pero no lo hace. Mira absorta, confusa tal vez, la enredadera sobre el muro. Se lleva las manos al rostro, ocultándolo. Una sensación en la nuca.
En su mente, que es como un libro, relee las notas escritas junto al texto en su primera lectura. Le parece absurdo haber colocado tantas y que ahora, algunos años después, carezcan de significado. Es una lástima, ¡si tan sólo recordara el porqué de aquella que yace justo al final… su nombre!
Alguna vez, quizá, fue joven. Ninguna nota en su libro lo confirma. El rostro, ligeramente marchito bajo los ojos, no dice nada.
Se pone en pie con violencia y se lleva una mano al cuello. La silla cae, se destruye, se desmorona sobre el piso de baldosas. El viento le trae el recuerdo de un hombre en la forma de una caricia helada que le sube por las piernas. Se estremece como cada noche, cuando él viene y se posa a su lado.
El reloj anuncia la media noche.
Algo se enciende en su interior y consume las páginas del libro; un fuego que no emite luz ni calor.
Toma la silla del suelo y la coloca en su lugar. Se vuelve un momento hacia la ventana, luego se va.
La enredadera cubre el último centímetro libre del muro.
Sube por la espiral de la escalera. Se mira al pasar frente al espejo: veintitrés años.
Esta noche, su mirada es verde y sus brazos son pequeñas ramas extendidas. Retoca el carmín de los labios, el rubor de las mejillas -los encajes de su falda le dan un aire vegetal. Escucha pasos que se acercan. Sus labios se despliegan en una sonrisa maliciosa.

Sophia B. Coppola

Transcribo en este lugar (instante de un momento) un fragmento de Solos en el umbral, texto inédito de Sophia B. Coppola, escritora cordobesa muy cercana a las Mujeres solas y a los místicos cristianos. Las líneas que retomo son una parte muy pequeña de un texto mayor. Lo que me parece más significativo en él, no tiene que ver con la historia toda (que por otra parte está muy bien), sino con un uso específico del lenguaje, con la anticipación de la palabra final en algunas frases y con un ir y venir del sentido. Hice un par de ajustes, casi nada. Espero que ella vuelva sobre el texto y, de creerlo necesario, modifique algunos elementos de la redacción y nos haga llegar, en el menor tiempo posible, el texto definitivo... y gratis.



Y así, yo me detengo justamente en otra especie de umbral (sin sabor, sin aroma ni luz), doy la espalda cuando ese par pasa por mi lado y entonces atravieso mi umbral.
Unos cuantos pasos y ya estoy en una biblioteca de aromas indescriptibles. Yo, como autómata, sin nombrar ni tocar nada de mi realidad (únicamente mis pasos tocan tierra), recorro los estantes…
Escucho las palabras dormidas, los pensamientos delimitados de los jóvenes estudiantes que nunca han sentido la dificultad de pasar la hoja, de finalizar un capítulo, de leer la palabra fin… sintiéndola.
Subo unas escaleras estrechas de caracol, la madera cruje y resuenan mis pasos (nada más ellos, yo, como sombra). Recorro los estantes, bajo la cabeza, me doblo al cruzar las zonas bajas por la estructura de los arcos, continúo revisando títulos y escuchando el murmullo de las letras… deshilvanadas.
Solamente yo, eligiendo uno entre cinco mil, podría hilvanar una historia al momento de acariciar su cuerpo… su frágil cuerpo.
Continúo…
Camino lenta, muy lentamente, buscando un nombre conocido… No pienso en la historia del Libro, ni en la historia de las Ideas o en la constante y solitaria labor de un escritor… Es que no pienso.

Soko

lunes, 11 de febrero de 2008

Aquí, ahora, este momento.

Estaba en mi habitación viendo una película de verdad y de repente sentí que te quería demasiado. Sólo vine a decírtelo.

martes, 5 de febrero de 2008

Pues sí, te decía...

lunes, 4 de febrero de 2008

Nota al pie

Hay una distancia que nos separa de los libros. El espacio entre nosostros y los libros está lleno de objetos brillantes, producidos y en general electrónicos. No se trata desde luego de un espacio plano o definitivo; está compuesto por varias capas, estratos, instancias que conforman una compleja geografía. Pero la distancia entre nosotros y los libros es fácilmente franqueable: se trata tan sólo de un espacio. Sin embargo, cuando decidimios dar el primer paso ya nos acompaña la duda, y al segundo paso hemos descubierto ya una segunda distancia. En el espacio que nos separa de los libros se abre una segunda distancia que es la que nos separa de la lectura. Todo ocurre en el mismo espacio. Visto desde afuera, por cualquier persona, es un espacio repleto que nos separa de los libros; pero visto desde el lugar del lector la distancia se altera, se duplica, se abre. Una es la distancia que nos separa de los libros, otra, la definitiva, la que nos separa de la lectura.

martes, 29 de enero de 2008

They say you are a melancholy fellow

Jaques

I prithee, pretty youth, let me be better acquainted with thee.

Rosalind

They say you are a melancholy fellow.

Jaques

I am so; I do love it better than laughing.

Rosalind

Those that are in extremity of either are abominable fellows and betray themselves to every modern censure worse than drunkards.

Jaques

Why, ’tis good to be sad and say nothing.

Rosalind

Why then, ’tis good to be a post.

Jaques

I have neither the scholar’s melancholy, which is emulation, nor the musician’s, which is fantastical, nor the courtier’s, which is proud, nor the soldier’s, which is ambitious, nor the lawyer’s, which is politic, nor the lady’s, which is nice, nor the lover’s, which is all these: but it is a melancholy of mine own, compounded of many simples, extracted from many objects, and indeed the sundry’s contemplation of my travels, in which my often rumination wraps me m a most humorous sadness.

William Shakespeare, As you like it

domingo, 27 de enero de 2008

Lectura gratuita o las trampas de la fe

El mar, el mar en una taza, eso era. Después nos habló de ella, con calma, abiertamente. El mar ha sido lo único constante en su vida. Jamás ha dejado las costas y tuvo a su único hijo en una isla. Continué la lectura. Había dos personas continentales, territorios personales o personas territoriales; eran lugares, eran personas; las personas, como los continentes (eran territorios), se separaban lentamente, movidos por el mar. Habían sido una y la misma cosa, pero ahora se fragmentaban, se dividian, como las costas. Lo único que los unía era su base: un niño pequeño nada común, como un personaje de Dickens o de Twain. Me vi a mí mismo, allá abajo, diminuto, recorriedo esas costas llenas de luz y de sol.
Cuando lees cosas así, no estás leyendo algo inventado, producto del lenguaje y la retórica. Estás leyendo algo "visto", "experimentado" de alguna forma. Uno tendría que pagar por poder leer estas cosas, y no al revés. Por suerte, en el mundo las cosas siempre ocurren al revés, y nos damos el aparente lujo de negar la retribución. Toda determinación es una negación.

miércoles, 23 de enero de 2008

Tiempos

El orden tarda en llegar. Lo digo en relación a mi cuarto y lo escucho (lo recibo en mí, desde mí), lo pienso en relación a mi vida. ¿Por qué me digo estás cosas? ¿Me habré convertido ya en mi propio oráculo? Sé que esto, al parecer insignificante y vacuo, puede ser tomado fácilmente por una sarta de verdades de Perogrullo. Pero póngase en esto cuidadosa atención. Decir que toda acción transcurre en realidad en presente no quiere decir que seamos de hecho concientes de ello. Se puede usar la conjugación de los pasados y futuros e imaginar que al escribir algo usando el pasado evocamos, o que escribir en futuro sugiere y predice, pero esto vale sólo para la lectura y su mundo. Se escribe sobre el pasado y el futuro pero siempre en presente. Toda acción desprovista de su "actualidad" es sólo palabra. Y la palabra hace, pero no en el mundo.
Podemos leer textos escritos en pasado, presente y futuro, porque así se escriben, pero la "acción" de leerlos y escribirlos siempre ocurre en presente. No confundo el tiempo real con el tiempo de la narración. En la novela, por ejemplo, la acción tamién ocurre, como en un mundo, y no sólo es registro. ¿Cuantos tiempos suceden cuando uno está leyendo un texto en el que seguimos la voz de un narrador que nos narra que está escribiendo? Me dicen que para Fuentes y Kundera, la novela es la creación de nuevos mundos a través de la palabra. Y así es, en efecto. La novela es la creación, nuestra creación, de nuevos mundos a través de la palabra. En la biblia la palabra hace, pero la palabra es en realidad verbo, y un verbo divino. En el mundo, la palabra nos mueve a la acción, no es la acción. Los verbos no son acciones, son palabras que expresan acciones.
Hoy me levanté en el umbral de la vida cotidiana y concreta. Todo lo del mundo es individual y plural. La existencia es pasajera, no hay nada definitivo. Recuerdo un ejemplo de clase: nos despertamos en un tren en movimiento y no sabemos en dónde estamos (estamos en el tren, pero no sabemos en dónde está el tren) ni hacia dónde vamos, estamos solos, nos acercamos a la ventana para tratar de reconocer el exterior y lo primero que vemos es nuestro rostro enigmático reflejado en el cristal. Así continuamos. Leer mientras se viaja (redundancia sentida) hace que todo pase más rápido: ningún trayecto es largo con-en-por la lectura. Somos pasajeros sin boleto y equipaje. No traemos libros, viajamos ligeros. Nos conformamos entonces con mirar al exterior, pero acostumbrar la mirada lleva su tiempo. Todo es cuestión de tiempos. Mirar, reconocer, consentir, estar, existir. Y a través de todo, créanlo o no, nos creamos a nosotros mismos. Y por eso el orden tarda en llegar.

Notas:
I__I I__I: Suceder.
I_I_I_I_I: Transcurrir.
_______I: Ocurrir.

martes, 22 de enero de 2008

Un momento

Presente del pasado (7:37 am)

Acabo de encender el calentador que tardará unos cinco minutos con el agua. Y por eso vengo aquí, huyendo del fío de la habitación propia, a tratar de escribir alguna cosa. La reconstrucción de la pieza continúa. No sin cansancio, la veo hacerse. Espero esta semana poder descansar un poco y dedicarme con calma a otros asuntos. Las adquisiciones de Su Majestad quedaron muy bien. El que no quedó muy bien fui yo, que por ahora no tengo con qué. En la semana, en la semana, me repito. Y la taza sigue su tour, anunciando la segunda venida, esa taza tan viajera. Por cierto, hablando de tours, Cirque du Soleil viene a Veracruz. Pero el circo al que nunca dejo de asistir es diferente. Ayer traté de escribir Teoría del olvido. Pero estoy flojo, nada sale. En estos momentos, tan corporales ellos, siempre olvido los secretos de la alquimia y los santos estudios. Quisiera terminar de una buena vez con la habitación y las deudas de juegos, y así poder organizar y disponer toda clase de asuntos que dependen de este único hecho. Ah, pero eso sí, el correo siempre llega puntual.

Presente del presente (3:32 pm)

Voy en el camión hacia la torre escuchando una canción llena de respuestas. Sonrío. Por un descuido, o algo peor, la mirada se me escapa hacia la calle llena de coches en reposo. Veo, desde mi asiento, a un niño pequeño con síndrome de Down que viaja con la cabecita pegada a la ventanilla de un carro rojo. Tiene los ojos más alegres del mundo, las pestañas casi doradas y una sonrisa envidiable. La mirada transparente se posa en la mía. Nos sonreimos un momento. El señor sentado a su lado, quizá el padre, le acaricia el cabello con cuidado y el niño se retira de la ventana para recostarse sobre el asiento. La avenida se vuelve fluida. En medio del tráfico, continuamos nuestro largo camino. Estoy feliz. Dos o tres cuadras más adelante el camión vuelve a detenerse. En la acera de enfrente, sobre una pared azul, descubro un grafitti con mi nombre. Estoy feliz, etc...

Presente del futuro

No tengo nada que decir pero escribo (te escribo). Escribo y me repito (me afirmo frente a ti). Cambio, pero no mucho (siempre yo, siempre nuevo). Escribo y, por un momento, es como si me leyera.