jueves, 10 de abril de 2008

Al menos en estos textos

No hay elementos suficientes para hablar de una antropología filosófica, basados en estos textos, ya que en sus planteamientos se parte de hechos psicológicos sin un mayor fundamento. La argumentación no parece presentar errores, es pues concluyente. Pero la postura es en extremo dogmática. Hay principios de los que se parte y no se demuestran, y muchos no son, como se pretende establecer, evidentes en sí mismos. La reflexión es guiada por una concepción materialista, ya que todo puede reducirse a impresiones sensibles e impulsos naturales, como la sexualidad. La postura identifica como ilusorias a la religión y a la libertad. Toda experiencia de la libertad es ilusoria, ya que en realidad lo que ocurre es que se ignoran las causas o factores anímicos que nos impulsan a actuar de tal o cual modo. La libertad es sólo el conocimiento de la necesidad, de la satisfacción de nuestros impulsos, de la cultura. Se habla del Hombre, pero no se justifican las afirmaciones sobre su naturaleza, como la existencia en ella de un impulso de muerte. Esto es un hecho psicológico, pero puede tener su origen en la cultura y no en la naturaleza humana. Habría que registrar previamente varias dificultades que la forma de pensar plantea. En efecto, el hombre siente, porque tiene un cuerpo, piensa, porque tiene una mente, pero qué siente y qué piensa es otra cosa. No hay un discurso que hable sobre el Hombre, sólo se abordan algunos fenómenos de su vida psíquica. Siendo que una antropología filosfófica se funda en una concepción del Hombre, al menos debería ser considerada de antemano, y partir de ello como de una base. Esto está ausente, al menos en estos textos.

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