lunes, 7 de abril de 2008

Tesis

Deleuze define así el conocimiento en Spinoza: no es la operación de un sujeto sino la afirmación de una idea en la mente, autoafirmación de la idea, “explicación” o desarrollo de la idea, como una esencia que se explica en sus propiedades[1]. Trataremos de desarrollar este punto.
La idea no es una pintura muda, no es una imagen, es concepto. Basta que esté presente en la mente para que se desarrolle, afirmándose a sí misma, explicándose en sus propiedades. La idea se desenvuelve en la mente como un papel arrugado que se coloca en agua. La explicación de la idea o reflexión o conciencia, al igual que el conocimiento o afirmación de la idea, no es una operación del sujeto, sino una propiedad de la idea por la cual se desdobla y se multiplica hasta el infinito, no es reflexión de la mente sobre la idea, sino reflexión de la idea en la mente[2].
La idea verdadera es anterior a su certeza: para saber que sé es necesario que antes sepa algo (por certeza no se entiende la ausencia de duda, sino algo positivo, saber que se sabe). Pero si sé algo (si tengo una idea verdadera)[3], necesariamente sé que lo sé, porque la idea es dinamismo. En efecto, la idea verdadera es anterior a su certeza pero, según se ve, la idea verdadera y la certeza son lo mismo: la certeza es una propiedad de la idea, es la idea misma.
Así como la idea verdadera es anterior a su certeza, así la verdad es anterior a la idea verdadera (¿cómo podría saber que lo que sé es verdadero sin conocer previamente la verdad?). Por eso Spinoza afirma que para alcanzar la certeza de la verdad no se requiere más que poseer la certeza de la idea verdadera[4], y para poseer la certeza de la idea verdadera, según se ha dicho, sólo se requiere poseer una idea verdadera. Ahora bien, la verdad de la idea no se funda en una causa externa, como la concordancia con el objeto del que es idea. Si la idea es verdadera en sí misma lo será también respecto de su objeto.

Si algún artesano, por ejemplo, concibe rectamente un utensilio, aunque no se pueda llegar a hacer nunca, su pensamiento es verdadero lo mismo si existe el utensilio que si no; por el contrario, si alguien dice que Pedro existe, sin saber que existe, su pensamiento respecto de aquél es falso, o, si se quiere, no es verdadero, aunque Pedro en realidad exista; la afirmación de que Pedro existe no es verdadera más que respecto de aquel que sabe que Pedro existe.[5]

La idea es en sí misma una afirmación, y ésta sólo es verdadera si se conoce previamente lo que se afirma. Si afirmo que Pedro existe, sin saber que existe, mi afirmación no es verdadera, aunque Pedro exista realmente. La verdad de la idea radica en el pensamiento y no en la realidad del objeto. Si afirmo que Pedro existe, mi afirmación sólo es verdadera si sé que Pedro existe, es decir, recurro a mi conocimiento sobre la existencia de Pedro y no a la existencia real de Pedro.
El método no puede ser un camino hacia la verdad, porque entonces cabría preguntarse qué camino se ha tomado para llegar a ese, y así hasta el infinito. No nos servimos de él como de un instrumento (no es a la verdad como el martillo es al hierro), es la forma para saber que lo que se afirma es verdadero.
[1] DELEUZE, G. Spinoza: filosofía práctica, pp 79 y 80.
[2] Ibid, p 77
[3] Este es el ejemplo que da Spinoza del cuarto modo de percepción: se concibe una cosa por su esencia cuando yo sé lo que es conocer algo por el mero hecho de que conozco una cosa. SPINOZA, B. Tratado de la reforma del entendimiento, pp.36 y 37.
[4] SPINOZA, B. Tratado de la reforma del entendimiento, p 44.
[5] Ibid, p 64.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La propuesta, en el lenguaje del conocer de las ideas, es excelente. Ahora pregúntate cómo se conoce el conocer.