viernes, 13 de junio de 2008

Camiseta de Leonardo

Llegamos tarde. El viaje fue demasiado largo. Las carreteras del estado son las peores del mundo. En algunos tramos el camino se divide en vados. Tuvimos que bajar del camión para que pudiera pasar. Sudando esperamos el final de la maniobra. Volvimos a subir al autobús y nos tendimos sobre los asientos húmedos. Otra vez el camino y su viento encendido.
Llegamos tarde. Todos en el pueblo descansan en el interior de sus casas. Solo se escucha el zumbar de los ventiladores. La respiración sofocada del pueblo nos envuelve y nos dejamos llevar. Pasamos de largo frente a los hoteles. De sobra sabemos que el lugar es caro y venimos preparados. Buscamos cuatro paredes y un baño, cargamos con lo demás.
Nos detenemos en la entrada de un hostal y dejamos en el suelo el equipaje. Entramos. El interior es amplio, de techo alto y piso de baldosas. Las paredes están encaladas, sin adornos. En una esquina hay algunas jaranas colgadas con cintas de gamuza y cordel. Al fondo de la estancia, sobre el suelo, hay unas tinajas enormes. Recorremos el espacio con la vista. Nos sentamos en una mesa a esperar.
Se escuchan pasos en el jardín. Una muchacha entra por el ventanal cargando una cazuela que coloca en el mostrador. Se da la vuelta, nos mira un momento, saca una libreta de su bolsillo y se pone a escribir.
-En un momento vendrá el encargado, está revisando el horno.
Habla y escribe al mismo tiempo. Termina su registro, se vuelve a meter la libreta en el bolsillo y sale por el ventanal.
Buscando el baño doy con las habitaciones. Todas las puertas están cerradas con llave. Tienen un letrerito con el nombre de algún escritor. Sigo por un corredor que me lleva hasta el jardín. En el centro hay una fuente con plantas, a la derecha un pozo con agua. Atravieso por el pasto hasta la caseta del fondo. No es un baño. Hay vasijas en repisas, un librero con herramientas, dos mesas y una alfombra manchada sobre el suelo. Alguien duerme en la hamaca. Suda. Abro la ventana para que entren el viento y la luz. Enciendo el ventilador que tarda un momento en echarse a andar. El cuerpo se mueve dentro de la red. Cierro la puerta.

Estamos instalados en una habitación sencilla. La cama es cómoda. Hay una mesa con cajoncitos pegada a la ventana. Junto a la puerta han colocado una tinaja con agua. El baño está en el exterior, cruzando el patio, a un lado del taller. Somos los únicos inquilinos en la casa además de los dueños.
Salgo de la habitación y camino por el pasillo hacia la estancia. Mario está echado en la tumbona leyendo su novela. Trae puesta una camiseta de Leonardo. Sigo derecho sin hablarle. Atravieso la puerta que da al jardín. Camino lentamente sin volver la vista atrás y entro por la puerta abierta de la caseta.

Casi no salimos de la habitación. Susana va dos o tres veces al baño, yo dos o tres veces al jardín. Pasamos los días jugando entre hilos.

Susana ha ordenado la cena para las ocho. Me ha pedido que hoy me quede con ella en la habitación.

Son las dos de la mañana. Dejo la caseta y me pongo en marcha. Alguien ha cerrado las puertas y el ventanal. Es extraño. Todos duermen o se hacen los dormidos. Escucho una voz en el jardín o más allá.

1 comentario:

cuar dijo...

aaahh ese paraiso del que tanto hablas
suerte mañana en alvarado chico