lunes, 4 de febrero de 2008

Nota al pie

Hay una distancia que nos separa de los libros. El espacio entre nosostros y los libros está lleno de objetos brillantes, producidos y en general electrónicos. No se trata desde luego de un espacio plano o definitivo; está compuesto por varias capas, estratos, instancias que conforman una compleja geografía. Pero la distancia entre nosotros y los libros es fácilmente franqueable: se trata tan sólo de un espacio. Sin embargo, cuando decidimios dar el primer paso ya nos acompaña la duda, y al segundo paso hemos descubierto ya una segunda distancia. En el espacio que nos separa de los libros se abre una segunda distancia que es la que nos separa de la lectura. Todo ocurre en el mismo espacio. Visto desde afuera, por cualquier persona, es un espacio repleto que nos separa de los libros; pero visto desde el lugar del lector la distancia se altera, se duplica, se abre. Una es la distancia que nos separa de los libros, otra, la definitiva, la que nos separa de la lectura.

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