jueves, 17 de enero de 2008

Del color y la lluvia

Texto rescatado de las oscuras moradas de la memoria, USB:

Del color y la lluvia

"Quiero pintar hombres y mujeres con ese algo de eterno que se acostumbraba a simbolizar con la aureola y que nosotros podemos dar con la irradiación y vibración de nuestros colores"

Van Gogh


Frascos repletos de color iluminan la pieza blanca y casi vacía. Los pigmentos, arrojados por el viento, se arremolinan fuera de sus botes. Una mancha indiferenciada de color va apareciendo en la cortina que la lluvia humedece. Algunos pinceles aún giran en el vaso con agua oscura. Las últimas gotas de acuarela se fijan al papel.
La ciudad es un piano y la lluvia lo toca. Las calles que alguien podría observar desde la ventana, repletas de sordos, pierden tonalidad. La loca vecina, o mejor dicho, la vecina loca sube al tejado. Se deja caer justo en el borde con las piernas cruzadas y la cabeza sobre el hombro izquierdo. Los ojos perdidos miran al cielo y las manos desbaratan helechos. Quizá sonríe.
El pintorcillo vanguardista ha olvidado escuchar. Los sentidos sólo conocen papel en estas horas. Los pies desnudos, en constante movimiento sobre la duela, conservan su color sólo en la parte lateral del arco.
La pieza se ha vuelto paisaje y el papel ventana mientras pintaba como lo hace la noche.
Las gotas de café que secan a lo largo de la taza imitan la acuarela o viceversa. No hay pincel que se compare con un par de labios.
Lo piensa dos veces antes de escribir en la tarjeta la técnica empleada. Sabiamente, decide no hacerlo. Se lleva el pincel a los labios, humedece las cerdas y firma una R.
El retrato está terminado. La loca es ahora inmortal y puede arrojarse del tejado cuando la tarde cante azul en verano.


Córdoba, 03/07/05; 1:58 pm.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No hay obra sin firma, en cuanto se deja un registro del autor en la obra. Ahora bien, la firma escrita ya es un acto performativo, institucional, que requiere de un contrafirmante, que avala la firma.