domingo, 6 de enero de 2008

Derecho de soñar

La noche del 10 de noviembre de 1619, el joven Descartes, que por entonces ya andaría preguntándose qué estaba haciendo en ese lugar, tuvo un sueño que cambió su vida, y que con seguridad determinó también la nuestra, porque de él nacieron muchas ideas modernas. En esa noche “llena de entusiasmo”, que siempre recordaría como el acontecimiento clave de su vida, René creyó descubrir “los fundamentos de una ciencia admirable”.
Es difícil saber exactamente en qué consistía esa ciencia. Baillet, su primer biógrafo, dijo que Monsieur Descartes se refería a la geometría analítica, aunque sabemos que eso es algo que sólo habría de elaborar años más tarde. Otros hablaron del sueño de un álgebra universal, como esa combinatoria que imaginó Leibniz, de un descubrimiento en el campo de la óptica o de los principios de su programa epistemológico. De todos modos, a juzgar por la importancia que le dio Descartes, de lo que no puede dudarse es que ese sueño tuvo mucho que ver con la resolución de su crisis vocacional.

Pablo Capanna, El sueño de Descartes



Si los sueños de los hombres han dejado su huella en la historia, la literatura, por su parte, desborda los sueños. Desde el poema de Gilgamés hasta la Biblia, de Calderón hasta Shakespeare o hasta Kafka, el "derecho a soñar", como lo llamó Bachelard, acompaña la escritura. Y que los sueños signifiquen todo (Freud) o que no signifiquen nada (Caillois, lo que también es una interpretación), que estén hechos de una materia vivida o de una materia que pertenece a otra dimensión, es simplemente contándolos como la literatura, con toda libertad, los propuso a sus onirománticos, es decir, a todos nosotros, los lectores.

Antonio Tabucchi, De qué están hechos los sueños

1 comentario:

Anónimo dijo...

todo inicia con un sueño, con una fantasia, un pensamiento, lo sorprendente es como estas revelaciones se vuelven piezas claves y determinantes en la acciòn del dia,todos tenemos derecho a soñar,pero no todos quieren hacerlo...por mi parte,gracias Morfeo...
atte. Javier Ulises Melchi Espinosa