domingo, 27 de enero de 2008

Lectura gratuita o las trampas de la fe

El mar, el mar en una taza, eso era. Después nos habló de ella, con calma, abiertamente. El mar ha sido lo único constante en su vida. Jamás ha dejado las costas y tuvo a su único hijo en una isla. Continué la lectura. Había dos personas continentales, territorios personales o personas territoriales; eran lugares, eran personas; las personas, como los continentes (eran territorios), se separaban lentamente, movidos por el mar. Habían sido una y la misma cosa, pero ahora se fragmentaban, se dividian, como las costas. Lo único que los unía era su base: un niño pequeño nada común, como un personaje de Dickens o de Twain. Me vi a mí mismo, allá abajo, diminuto, recorriedo esas costas llenas de luz y de sol.
Cuando lees cosas así, no estás leyendo algo inventado, producto del lenguaje y la retórica. Estás leyendo algo "visto", "experimentado" de alguna forma. Uno tendría que pagar por poder leer estas cosas, y no al revés. Por suerte, en el mundo las cosas siempre ocurren al revés, y nos damos el aparente lujo de negar la retribución. Toda determinación es una negación.

1 comentario:

Laia Jufresa dijo...

apareció un jugo de mango y betabel y vine a ver quién lo hizo.

no me esperaba un puente hacia la/carretera/vieja/a/coatepec, donde crecí.

ha sido un gusto asomarme en la pantalla y ver xico.