El mar, el mar en una taza, eso era. Después nos habló de ella, con calma, abiertamente. El mar ha sido lo único constante en su vida. Jamás ha dejado las costas y tuvo a su único hijo en una isla. Continué la lectura. Había dos personas continentales, territorios personales o personas territoriales; eran lugares, eran personas; las personas, como los continentes (eran territorios), se separaban lentamente, movidos por el mar. Habían sido una y la misma cosa, pero ahora se fragmentaban, se dividian, como las costas. Lo único que los unía era su base: un niño pequeño nada común, como un personaje de Dickens o de Twain. Me vi a mí mismo, allá abajo, diminuto, recorriedo esas costas llenas de luz y de sol.
Cuando lees cosas así, no estás leyendo algo inventado, producto del lenguaje y la retórica. Estás leyendo algo "visto", "experimentado" de alguna forma. Uno tendría que pagar por poder leer estas cosas, y no al revés. Por suerte, en el mundo las cosas siempre ocurren al revés, y nos damos el aparente lujo de negar la retribución. Toda determinación es una negación.
domingo, 27 de enero de 2008
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1 comentario:
apareció un jugo de mango y betabel y vine a ver quién lo hizo.
no me esperaba un puente hacia la/carretera/vieja/a/coatepec, donde crecí.
ha sido un gusto asomarme en la pantalla y ver xico.
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