jueves, 17 de enero de 2008

Uno no es ninguno

Hoy, siempre hoy, es un día muy especial para mí. Al fin entendí un par de cosas importantes que andaban por ahí, desatadas y tristes, en el camino. Puede escuchar la voz, la del desierto laberinto, decir cosas amables, palabras serias y graves; confesar estados de cosas y palabras llenas como las dalias de Elliot. Todo se va acomodando, finalmente, como las capas de la tierra después de su movimiento. Pero eso sí, en silencio y lentamente, con el disfraz de lo que no parece suceder. Y vendrán, lo sé muy bien, nuevas sacudidas (sábanas blancas, sonidos de la nave) a despertarme en plena noche. Yo las dejaré entrar en el tunel bajo la cama (el que lleva a la entrada de mi habitación) y juntos estallaremos creando el platillo rojo que se me vendrá encima. El cuerpo es el límite del cuerpo (no sabemos lo que puede un cuerpo) y los límites de mi lenguaje son los de mi mundo.

(Alejandra, te entiendo; sí Virginia, sí; te voy extrañar niño terrible. Y ahora ¿qué sigue? Pues sigo yo, faltaba menos)

Hoy, mis dos habitaciones, la propia y la propiamente dicha, se hacen una. 150 pesos al mes es el precio del milagro. Y falta otro, el importante, el definitivo. Mi deseo es ser uno, porque Uno no es ninguno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De la esquina al corazòn
el cigarro no se acaba y mi sentimiento tampoco,era culpa o dicha de haber descubierto lo que me intrigaba,no era mas que un cigarro, tabaco y papel arroz,cenizas que impregnaban mi corazòn, la canciòn era igual, la calle tambièn, yo no, yo sentia diferente, analizaba diferente y caminaba como un extraño en còlera.

(esto lo escirbì ayer)
Atee. Javier Ulises Melchi Espinosa.