jueves, 8 de mayo de 2008

Taller de escritura o (oh) malditos textos

Una vez participé en un taller de escritura. Los únicos productos de esas sesiones no fueron nunca textos bien logrados, sólo algunas inquietudes sobre la escritura y la redacción. Lo primero que noté es que cualquier sesión, grupal o individual, destinada a la producción de textos (informativos, literarios, o de cualquier clase) está destinada ella misma a terminar siendo una sesión de redacción. La escritura es otra cosa y tiene sus tiempos y momentos.


No hay que empezar con página en blanco y lapiz, sino con caminata y grabadora; después vendrán las servilletas, los bolantes, las hojas y con suerte, algún día, se provará la bendita libreta encuadernada en piel.

Las actividades que se plantean en los talleres de escritura, por más lúdicas y bien pensadas que se conciban, no harán que el participante produzca textos. Yo apostaría más bien por sesiones exploratorias destinadas a identificar y definir formas, modelos y elementos de escritura. Ahí sí vale todo, cualquier cosa, porque hay mucho que explorar. Cada uno, con el paso del tiempo (hay que mantenerse leyendo) irá descubriendo los pases mágicos del oficio. Para escribir una página bien lograda hay que leer mil. Incluso para redacción, la lectura no puede estar ausente.

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