viernes, 30 de noviembre de 2007

Me voy como quien se va

Pues sí, la novela es imposible. O mejor dicho las novelas. Hay novelas históricas bien logradas. Pero LLanto es algo distinto: pretende abarcar en la mirada particular algo que no es (porque nunca fue o porque simplemente ya no es... por olvidado), o que ignoramos, y contar su historia. Toda lectura es posible -dice Reina luna con sabiduría. Pero toda lectura es una lectura. Lo que aquí está en juego es el movimiento interno de la novela. La imposibilidad de hacer(nos) parte de algo que o no está o ignoramos. Aquí hay una visión del mundo casi olvidada, una concepción acerca de la novela, de la escritura, de la escritura de novelas, de la lectura y de la lectura de novelas. De la Historia y las historia. Además, hay una crítica a los temas tradicionales, al modo y la forma de contar o narrar una historia, a su tratamiento. Una novela que supone su centro (un personaje, quizá) es una novela imposible. La lectura es ambivalente, cito:

Al lector le ocurre, en relación al lenguaje, un fenómeno en sentido inverso: por las palabras del escritor se ve forzado a dejarlo todo, a irse donde la novela es posible. Si consigue hacer vibrar su corazón en la misma nota que vibra el del personaje (o sus hígados, o sus lo que ustedes escojan para nombrar lo que ustedes ya saben que quiero nombrar), entonces el lector cae al territorio en donde la novela es imposible -no está sólo-, sin dejar la conciencia del otro lugar, el que sí tiene que ver con la novela. El helado sitio donde siempre se está sólo, sin sentido, enclavado en la punta de su estúpida aislada existencia.

La lectura de novelas es el único argumento posible en favor de la subjetividad. Quien lee novelas es alguien que se hace acompañar de alguien que "no es aunque sea", y sólo es -lector- cuando consigue irse: "se va como quien se va".

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