jueves, 15 de noviembre de 2007

El laberinto de la soledad

Yo soy el del bramido y quien lo escucha. Voz del que clama en el desierto, laberinto. Soy el minotauro oculto en la sombra y Teseo guiado por tu hilo. Soy también el constuctor de mi casa infinita, los dioses que castigan y los hombres castigados. Sé muy bien lo que debió sentir el Otro minutos antes de su muerte y, al igual que él, apenas y me defenderé de la mía.


EL LABERINTO

Zeus no podría desatar las redes
de piedra que me cercan. He olvidado
los hombres que antes fui; sigo el odiado
camino de monótonas paredes
que es mi destino. Rectas galerías
que se curvan en círculos secretos
al cabo de los años. Parapetos
que ha agrietado la usura de los días.
En el pálido polvo he descifrado
rastros que temo. El aire me ha traído
en las cóncavas tardes un bramido
o el eco de un bramido desolado.
Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte
es fatigar las largas soledades
que tejen y destejen este Hades
y ansiar mi sangre y devorar mi muerte.
Nos buscamos los dos. Ojalá fuera
éste el último día de la espera.


Borges.

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